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Historias

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La tésis de Ramón J. Cárcano sobre "Los hijos adulterinos, incestuosos y sacrílegos"

por Alejandra Díaz Bialet
Ramón José Cárcano César, el dos veces gobernador de Córdoba (1913-1916 y 1925-28), recordaba como en su niñez había salido huyendo de la escuela rural de San Francisco del Chañar, en su provincia natal, para nunca jamás volver, después que un tal Doroteo, por entonces su maestro, hubiese estado a punto de pegarle en la mano con una palmeta de madera de algarrobo, en una suerte de castigo ejemplar a todo el curso.

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Parece ser que después de varios días de deliberaciones, sus padres, Inocente Cárcano y Honoria César, decidieron que fuera su abuelo, Francisco Marcos César, quien tomara a su cargo la instrucción primaria. Este Francisco, proveniente de una familia que se había establecido en la provincia a principios del siglo XVII, poseedor de tierras y de un comercio de ramos generales y acopio de frutos del país, tenía también, por parte de su hermano Pedro, un sobrino que se llamaba Justino César. Ambos pasarían a significar mucho en la existencia del futuro gobernador de la provincia.

Así, con estas palabras describe Cárcano lo que pudo el amor donde antes solo reinaban los gritos y los golpes:


“Mi abuelo me conduce a su escritorio, la pieza más fresca de la casa, atestada de diversas mercaderías, y frente a una ventana me sienta sobre una petaca de cuero cruda, cubierta de blandos tejidos elaborados en Tulumba. Pone en mis manos una cartilla y un puntero de palma, planta abundante en el lugar, y empieza la primera lección de papá Francisco, como yo le llamaba,... Ese día aprendo muy bien la lección y recito el abecedario de memoria. Mi abuelo me acaricia, abre una gaveta del almacén y me ofrece un puñado de pasas de uva. Las lecciones se repiten con el mismo éxito y la misma recompensa: pasas de higo, pelones, patay, chancaca, nueces, almendras mistol, avellanas, maní y algunas veces naranjas que vienen de La Rioja."

"Siento cariño por mi cartilla. Todos los días antes de la hora, espero sentado en la petaca al venerable maestro. A las pocas semanas leo y escribo directamente. La palmeta esta vencida. Nada se edifica con el golpe y el dolor. El cómitre Doroteo queda derribado por la escuela de mi abuelo sin haber leído a Pestalozzi. Todo florece con amor.”


I. La Tesis

Algunos años después, en 1884, Ramón J. Cárcano, el joven de tez oscura, cabellera abundante según el rito romántico y húmedos los ojos de un mirar bondadoso y algo lánguido, el mismo que recordara que fue “Cristo” la primer palabra silabeada como alumno de su abuelo, Francisco César, presentaba su tesis universitaria para doctorarse en derecho con un título que de por sí solo se las traía “De los Hijos Adulterinos, Incestuosos y Sacrílegos” y que provocaría un escándalo de proporciones desatando el tembladeral que trascendió los límites de la Córdoba que lo vio nacer para proyectarse a nivel nacional y estar presente en los debates de todo aquel año bajo el nombre del “conflicto religioso”.

La tesis proponía la igualdad civil de los hijos y la consecuente y necesaria reforma del Código Civil de Vélez, en ese aspecto, porque , argumentaba Cárcano “ el que nada ha hecho ni culpa alguna tiene, el hijo, fruto inocente...queda fuera del estado civil, como un paria en medio de la familia y de la sociedad” y “desconociendo los más sagrados beneficios del derecho natural, se cree castigar a los padres en la desgracia de los hijos, sin pensar que son incapaces de sufrir, los que no tienen corazón para reconocerlos”.

Miguel Juárez Celman, su padrino de tesis, era por ese entonces, el senador memorioso que en ocasión de apoyar la quita de subvenciones a los seminarios católicos, en plena sesión de la Cámara, había soltado un recuerdo imborrable: Tratábase del salvaje episodio acontecido cuando él se encontraba cursando en el Colegio Seminario de Loreto. Ahí se había producido una rebelión de los alumnos y su rector, el sacerdote Pedro Nolasco Clara requirió el auxilio de la policía, se cerraron entonces todas las puertas del establecimiento y se hizo estirar sobre “una mesa con los sirvientes a todos los jóvenes que habían tomado parte en el desorden”  y de ese modo, ordenó que se les aplicaran 25 azotes a cada uno. Y lo que más conmocionaba al citado senador era saber que todo aquello ocurría mientras, no obstante, la Constitución Nacional se encontraba ya, en plena vigencia en la república.

Retomando el asunto de la tesis, como toda que se precie de tal, contaba con un “oponente” y con sus “replicantes”.

El lugar de “oponente” le cupo al Dr. Luis Vélez, vinculado al ultra clerical periódico, “El Eco de Córdoba” y  entre los “replicantes” aparecía Justino César, su pariente, “amigo bueno y fiel”, su “criterio auxiliar en la existencia”  y quien acompañaría a Cárcano a lo largo de su vida, compartiendo familia, amistad y política.

Ramón J. Cárcano, su autor, fue a su vez un incondicional del Dr. Miguel Juárez Celman. Sobre este último, José Del Viso y Filemón Posse, cuenta en su autobiografía, que aquellos conformaron un verdadero núcleo de vanguardia porque sostenían “la enseñanza laica, el matrimonio civil y el divorcio, la separación de la Iglesia y el Estado” , entre otras cuestiones y que el gobierno del Dr. José del Viso (del cual Cárcano fue al igual del de Juárez Celman, su secretario privado) había sido atacado por los católicos de Córdoba por su “liberalismo, sinónimo de irreligiosidad” ya que buscaba “la implantación de la Escuela Normal” con profesores luteranos, la enseñanza laica, el registro civil, la secularización de los cementerios y la redención de las capellanías, entre varias de sus propuestas.

ALGUNOS EFECTOS DE LA TESIS SOBRE “LOS HIJOS ADULTERINOS, INCESTUOSOS Y SACRILEGOS”

CONDENA A LA TESIS. CARTA PASTORAL DEL VICARIO CAPITULAR Y GOBERNADOR DEL OBISPADO, DR. GERÓNIMO CLARA (hermano del sacerdote Pedro Nolasco Clara, rector Colegio Seminario de Loreto)

La carta pastoral , emitida en el marco del debate de la Ley 1420 de enseñanza laica que finalmente se sancionaría ese mismo año, señalaba que la tesis de Cárcano estaba llena de errores anticatólicos y antisociales por sostenerse “la igualdad absoluta de los hijos legítimos con los hijos adulterinos y sacrílegos, en contra de los sagrados cánones, por calificar el matrimonio de simple rito o ceremonia, como si no fuera un gran sacramento instituido” y concluía haciendo una admonición a la Facultad de Derecho , oponiéndose a la aprobación que de la tesis hiciera el Consejo de dicha casa de estudios: “en nombre de los más grandes intereses de Dios y de la Patria, rogamos a los respetables profesores de la Facultad de Derecho que en adelante se inspiren siempre en el desempeño de sus funciones, en los deberes que les impone su gloriosa profesión de Católicos”. Y no se privaba de prohibir por “impío” la lectura del periódico “El Interior”, que si bien, nada tenía que ver con la mentada tesis, tenía a Cárcano por director.

MOVILIZACIÓN Y PROCESIÓN DE SEÑORAS CATÓLICAS CORDOBESAS EN APOYO DEL VICARIO CLARA

Por lejos mejor que lo que yo misma lo haría, es el propio relato de Cárcano, contando los acontecimientos del siguiente modo:

“El domingo siguiente, una numerosa manifestación de señoras conocidas recorre las calles de Córdoba en procesión solemne, llevando cruces altas y estandartes religiosos para rendir homenajes al ilustre vicario y acentuar censuras al joven hereje. Honoria César, mi madre, es la única señora que falta. Tuvo siempre absoluta confianza en mi criterio y conducta. Ella, sin embargo, llora mucho aquel día, su sola observación es una pregunta: ¿Por qué se comete tanta injusticia contigo?”

El gobierno de Julio A. Roca decretó la suspensión de oficio y beneficio al vicario Gerónimo Clara, separándolo, asimismo, del gobierno del obispado.

El ministro de justicia, culto e instrucción pública, Eduardo Wilde, exoneró al procurador fiscal de la provincia de Córdoba, quien estrechando filas con los católicos, había discutido la legalidad del citado decreto. También y por la misma cuestión se separó de sus cátedras a algunos profesores de la Universidad de Córdoba, entre ellos, al Dr. Rafael García, quien habíase negado a aprobar la mencionada tesis. Años más tarde su estatua –la que le erigieron en su homenaje- sería derribada en los incidentes que envolvieron las jornadas de lucha por la Reforma Universitaria en 1918 y a la cual, Cárcano, también brindó su apoyo.

RUPTURA DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON LA SANTA SEDE

El delegado papal monseñor Matera se vio envuelto en el “conflicto religioso” y el presidente Roca resolvió expulsarlo, dándole 24 horas para abandonar el país previa entrega de sus pasaportes a partir de ahí y por más de una década, la representación de la iglesia católica en Argentina, quedo vacante.

REEDICIÓN DE LA TÉSIS DE CÁRCANO

A casi 130 años de las tribulaciones que se debió aguantar Cárcano por osar  proponer la igualdad civil entre los hijos, el año pasado, en 2011 y tras un proyecto de cooperación editorial largamente demorado, la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Católica de Córdoba se decidieron a concretarlo, inaugurándolo nada más ni nada menos que con la reedición conjunta de la controvertida y olvidada tesis de “Los hijos adulterinos, incestuosos y sacrílegos”. Olvidada, digo, a pesar de su probada actualidad en lo tocante a la injerencia de la Iglesia en cuestiones propias del Estado que le son completamente ajenas y no es un dato menor que quien lo asegure sea precisamente el Prof. de la Universidad Católica, Nelson G. Specchia, quien en la presentación de la citada reedición de la tesis de Cárcano, advierte que:

“No hay que aguzar demasiado la imaginación para tender líneas comparativas con algunos procesos que nos toca vivir en nuestros días, como el relativamente reciente debate en torno a la aprobación del matrimonio igualitario en el Congreso de la Nación, y las cartas y comunicaciones giradas a parte de la grey católica por los más altos dignatarios de la iglesia; o también las posiciones que se tensan en estos momentos en relación a una normativa que atienda, en forma particular, a la identidad de género. Ramón J. Cárcano era un hombre de ideas mesuradas y de una práctica religiosa habitual; pero también era consciente que el escrito que había elucubrado traería cola, lo admite en esta cita: “La cuestión académica se convierte en una lucha política y religiosa, intelectual y social, vigorosa y apasionada, que en el fondo encierra una renovación de ideas y valores personales.” No se equivocaba. Los postulados de su tesis, este libro, motivó una furibunda pastoral del vicario, monseñor Jerónimo Emiliano Clara. Carta pastoral que, tanto por su tono como por la manifiesta intención de introducir una participación corporativa por fuera de los canales institucionales del funcionamiento político constitucional, terminó empujando un conflicto con el gobierno nacional, que se saldó con el retiro del representante apostólico, y que la representación de la iglesia católica quedara vacante por más de una década. Los pormenores de este contencioso están claramente presentados en la contextualización de Marcela González, que permiten adentrarse en el texto de Cárcano con una luz que ilumina mucho más allá del hecho histórico, y permite trazar –como acabo de decir- líneas comparativas de urgente actualidad con nuestros días. La distinción entre lo religioso y lo secular, entre la Iglesia y el Estado, es parte del proyecto político de la tesis” de Cárcano, y que “el tema de la relación entre derecho y religión continúa siendo un eje problemático y paradójico en la Argentina contemporánea, desde la restauración democrática.” Coincidimos con él. Y por eso, y por las razone que esgrimía al comienzo, saludamos esta edición, e invitamos a su lectura.”

II. Justino César

Cuando Justino César se murió como era de suponer, Ramón J. Cárcano hizo un discurso. Dijo de él que además de haber sido docente de la Universidad por más de 40 años, de haber recorrido todos los escalones de la carrera judicial hasta llegar a ser Presidente del Tribunal Superior de Córdoba, ser autor de Códigos de Procedimiento y figura relevante en dos reformas de la Constitución provincial y Ministro de un “gobierno de ideas y de trabajo”; fue por sobre todo, “siempre un moderno y un actual por la profundidad de su saber” Y se le ocurrió entonces, compararlo con Voltaire, sí, con aquél emblema de la Ilustración, con ese opositor tenaz de todos los fanatismos y archiconocido como enemigo acérrimo de la Iglesia. Pero una vez señalada dicha similitud, pasa a aclarar que en nada fue óbice para el despliegue de sus propias creencias religiosas.

Así, desde un afecto que encuentra raíces muy profundas, Ramón J. Cárcano semblantea a mi bisabuelo, Justino César:

“Este hombre que parecía sonreír como Voltaire, que sentía cierta despreocupación por los convencionalismos y se mezclaba con despego y buen humor en la comedia humana, era, sin embargo, un místico y un creyente, un esclavo de sus deberes, y un cultivador de los afectos íntimos, a los cuales jamás debilitará el tiempo…su corazón ha palpitado tan cerca del mío, que de mi vida era un testigo y un juez, porque en su severa honestidad sabía ser un juez de sí mismo”.

Fuentes:

Ramón J. Cárcano, “Páginas errantes”, La Facultad, 1927.
Ramón J. Cárcano, “Mis primeros ochenta años”, Plus Ultra, 1965.
Ricardo Sáenz Hayes, “Ramón J. Cárcano en las letras, el gobierno y la diplomacia1860-1946”, Academia Argentina de Letras, 1960.
Rivero Astengo, Agustín “Juárez Celman, 1844-1909. Estudio histórico documental de una época argentina”, Guillermo Kraft, 1944.




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Vinculado aRamón José Eleuterio Cárcano César, (*)

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