Notas |
- A principios de 1822 llegó a estas tierras un inventor de maquinarias español, Manuel Mateo Masculino, para asentarse definitivamente en Buenos Aires. A poco de llegar compra una manzana de terreno en las actuales calles de Venezuela entre Chacabuco y Piedras, por la suma de 24 onzas de oro. El terreno estaba ocupado en su mayor parte por una laguna en la que se cazaban patos salvajes.
La casa que hizo construir era de las llamadas ?de patio? con varias habitaciones rodeando un patio interno, con hermosos muebles que hizo traer de España y 4 estatuas de mármol que trajo de Barcelona que simbolizaban las estaciones y que actualmente se conservan en el Museo de Luján.
Estableció un local de venta de peinetas en la calle Universidad N° 2 esquina de la plaza y calle Victoria.
En el diario porteño el ?Argos de Buenos Aires? del 16 de Abril de 1823 publicó un aviso que en resumen dice: ? Ha llegado a esta ciudad para permanecer en ella, Manuel Masculino; fabricante de peines de marfil y peinetas de carey de varios gustos. Ofrece Masculino las máquinas de su invención para fabricación en serie de peines? y el anuncio concluye? su taller tiene 10 operarios que trabajando diariamente producen 100 docenas de peinetas y peines de todas clases? ?
Pronto la industria de Masculino tomó impulso la fábrica contó al poco tiempo con un plantel de 106 operarios de todas las edades que también incluía mujeres.
Masculino además de la dirección del negocio, proyectaba la forma de los peinetones, dibujando sus caprichosos arabescos. Estos dibujos pasaban a los talleres o a la aprobación de los clientes.
La fábrica trabajaba 3 clases distintas de carey que se importaban de diferentes lugares, siendo el de la India el más codiciado, por sus vetas. También utilizaba marfiles, nácares, perlas, caracoles marinos, que producían además de los peines y peinetas lujosos camafeos, anillos, pulseras, prendedores, bastones, cabos de cuchillos, etc.
Todos podemos imaginarnos los precios costosísimos que tendrían estos artículos.
Pronto le surgieron varios competidores pero ninguno logró opacar su fama, surgida de la originalidad, modificó la peineta dándole una amplitud hasta entonces desconocida y logrando con sus calados y filigranas una ligereza que no tenía la maciza peineta española.
En la época de Rosas, Masculino (que con su industria se había vuelto un hombre muy adinerado), compró una propiedad en Barracas frente a la Iglesia de Santa Lucía, donde pasaba sus fines de semana y donde ideaba nuevos modelos de los peinetones, en forma de campana, media luna, corona, canasta de vueltas, con rulos etc. Creando una serie de peinetones gigantes con retratos del ?ilustre restaurador de las leyes? y con temas referentes a la ?Santa Federación? .
Las dimensiones de la peineta que originalmente eran de 30 cm. en forma cuadrada, fueron creciendo año tras año, hasta llegar en 1834 a sus máximas medidas de metro a metro y medio. Cuando la moda llegó a su apogeo, muchos se dedicaron a criticarla tachándola de incómoda y antiestética.
Con un humor excelente, Cesar Hipólito Bacle, el célebre litógrafo, editó en 1833 su segundo cuaderno ?Trajes y costumbres de Buenos Aires? y luego ?Extravagancias de 1834?.
El gigantesco peinetón no duró mucho tiempo, comenzó a decaer en 1836 aunque la moda pervivió hasta la caída de Rosas, de la mano (de la cabeza diría yo) de su esposa Encarnación Ezcurra el adorno quedó siempre ligado a la facción rosista del federalismo .
[2]
|