Notas |
- FRANCISCO DE ARROYO Y SALCEDO, que firmaba Arroyo y Arteaga, baut. en Buenos Aires el 24-V-1647; quien contrajo tres matrimonios; 1º, el 7-XI-1658 con Francisca de Izarra Gaete (hija de mis antepasados Gaspar de Gaete y Polonia de Izarra); 2º, - como se dijo más atrás al tratar de su linaje - con Gregoria Ponce de León Naharro Humanés, el 17-IV-1662; y 3º, el 7-VI-1699, con Tomasa Ruiz de Ocaña Robles y de la Rosa - que era viuda de Juan del Pozo y Silva, e hija de Juan Ruiz de Ocaña Abalos de Mendoza y de Ana Martínez de la Rosa Robles -, la cual no dejó posteridad.
El 5-IV-1687 Arroyo y Arteaga fue tachado por sus hijos Rodrigo y Tomás de desequilibrado mental. Ambos muchachos se presentaron ante el Capitán Francisco Gutiérrez de Paz, Alcalde ordinario de 2º voto y Defensor de Menores, denunciando la insanía paterna. Los presentantes estamparon en un escrito que don Francisco deliraba "por ynstantes amenasándonos de muerte", y había "cojido a dichas nuestras hermanas y dejándolas por muertas a golpes y a los demás domésticos de cassa, y así mesmo, como quien está fuera de si, está destruyendo todo su caudal en grave perjuicio de todos nosotros, con tal extremo, que si con brevedad no se atiende al remedio que se deva, quedará en suma necesidad, y sus hermanas (hijas del neurótico) sin remedio".
El Alcalde, entonces, resolvió concurrir en persona a la casa de don Francisco, acompañado del Alguacil Mayor Roque de la Fuente, del Escribano Tomás Gayoso y de otros testigos, a fin de comprobar la verdad de la denuncia.
El presunto loco, entre tanto sospechando dicha intervención, buscó refugio en la morada del Contador de la Real Hacienda Miguel de Castellanos. Ahí lo encontró después la justicia, en la sala principal de esa vivienda, "enfurecido, hechando muchos votos y hablando en bos alta desconcertadamente, con la espada desnuda en la mano". El energúmeno, sin embargo, fue reducido, y sujeto con grillos y encima de una silla de manos dos negros lo transportaron hasta su domicilio; donde quedó encerrado en un aposento, con guardas a la puerta, para que "lo cuidasen y no lo dejasen salir fuera".
Tres meses más tarde, el supuesto esquisofrénico consiguió hacer llegar su protesta al Gobernador Joseph de Herrera y Sotomayor, denunciando la falsedad de su peligroso desequilibrio mental. Citados sus hijos ante el Gobernador, confesaron haber obrado en contra de su padre inducidos por su tío político materno Juan Bautista Fernández de la Parra, y por el Capitán Juan Baez de Alpoin, en complicidad con el Alcalde Gutiérrez de Paz. Expresaron que nunca el autor de sus días padeció incoherencia mental; y Rodrigo dijo que "aunque es verdad que solía vailar en algunas ocassiones, y reñir en su cassa a este declarante y a los demás sus hermanos, nunca lo tubo a novedad este declarante, respecto de que siempre a ssido y es de natural alegre, amigo de vailar y de açer otros festejos, y también a ssido reguroso en reprender y castigar a sus hijos"; como que, cierta vez le propino bofetadas a su hermana María, por haber ésta mandado encender el horno a una negra esclava un día de calor insoportable.
"El Gobernador en presencia de semejante atentado - dice Raúl Molina, quien por su parte, resumió esta pleito en el libro Los primeros médicos de la Ciudad de la Santísima Trinidad -, ordena la prisión de los instigadores y reintegra de inmediato en sus bienes y derechos a don Francisco. En el citado expediente - prosigue el mismo investigador - se probaba también, que entre don Francisco de Arroyo, Juan Baez de Alpoin y Juan Pacheco de Santa Cruz, se había constituído una sociedad el 21 de noviembre de 1686, por 56.000 pesos plata ... perteneciendo a don Francisco la administración social". Y se pregunta Molina, "¿fue este el motivo de la demanda?".
Por lo demás, Francisco de Arroyo y Arteaga había desempeñado los cargos de Síndico Procurador de la silla apostólica del Convento de San Francisco y fue, en el Cabildo porteño, Alcalde de Hermandad en 1667, Alcalde de 2º voto y Alférez Real en 1689 - dos años después de su presunta chifladura. Disfrutó de gran fortuna, hecha - según denuncias - con el descuento de valores que se destinaban a los soldados del Presidio bonaerense. Tuvo aquella sociedad mercantil, que dijimos, con Juan Pacheco de Santa Cruz y Juan Baez de Alpoin, protocolizada el 21-XI-1685, y poseyó casa en la ciudad al costado de la Iglesia de San Francisco, y chacras y estancias en la campaña. Testó en tres oportunidades; el 26-VIII-1685, el 5-VI-1690 y el 10-VII-1699. Ordenó en el 1er testamento - con humildad excesiva - ser enterrado "en el Campo Santo de los negros del convento de San Francisco", a cuyo monasterio dejaba el 5º de sus bienes. En la segunda disposición, ante Tomás Gayoso dió las mismas instrucciones a su albacea, el Capitán Pedro de Alvarado, para que su cadáver se amortajase con hábito y cuerda franciscana. Y en la última pieza notarial, daba el causante poder para testar a su 3ª consorte Tomasa Ruiz de Robles, con el cargo de disponer su entierro en la Iglesia de Santo Domingo. Al final de su vida al viejo Arroyo lo declararon insano; ahora sí con real fundamento. Su hijo Tomás, que llevó a cabo los mandatos testamentarios paternos el 19-XII-1713, dijo que el difunto enseguida de casarse por 3ª vez, tuvo un "accidente" de delirio que le duró 12 años hasta la tumba.
por Carlos F. Ibarguren Aguirre
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