Notas |
- Deodoro Roca nació el 2 de julio de 1890 en la ciudad de Córdoba, en el seno de una familia tradicional de la provincia con antepasados que arrancaban desde la época colonial, con excepción de sus ascendientes del apellido paterno de origen catalán. Fue hijo de Deodoro Nicolás Roca Ascoeta y de Felisa Allende Argüello, cuyas genealogías pueden seguirse en el sitio web de GF.
Nació en un entorno privilegiado, aunque ya desde la adolescencia mostró inquietudes sociales, que chocaron con las estructuras conservadoras de su clase, lo que lo llevó a ser descrito como un “tránsfuga de su clase” por el intelectual Gregorio Bermann. Desde su juventud criticó el ambiente de una provincia nutrida de clericalismo, y donde cualquier idea que cuestionara la estructura social, era inexorablemente repudiada desde los sectores oficiales y los ámbitos académicos.
Deodoro estudió en el célebre Colegio Nacional de Monserrat, mostrando un especial un interés por las ideas liberales y repudiando aquellas inmersas en un convencionalismo social donde no era necesario ningún cambio. Al terminar sus estudios secundarios ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba, una de las instituciones más antiguas de América Latina, fundada en 1613. Los años universitarios iban a despertarle una conciencia distinta de los problemas sociales y universitarios, e inmediatamente se convirtió en uno de los líderes de la juventud lo que lo llevó a presidir el Centro de Estudiantes de Derecho, mientras afianzaba sus conocimientos de derecho y era influido por distintas corrientes del pensamiento crítico, que lo haría mostrar sus diferencias con el sistema social y educativo de la provincia.
No se quedaría nada más que en el activismo estudiantil cuestionador de ciertas políticas y fue así que tuvo un principalísimo papel en la Reforma Universitaria de 1918, un movimiento que transformó la educación superior en Argentina y tuvo un impacto profundo en América Latina. Este movimiento, que estalló en la Universidad Nacional de Córdoba, buscaba democratizar la universidad, romper con las estructuras coloniales y clericales, y promover una educación científica, autónoma y comprometida con las necesidades sociales.
Se recibió de Abogado, obteniendo el doctorado en 1915 tras defender una tesis titulada Monroe-Drago ABC, donde fulminaba el panamericanismo enfocada desde el derecho internacional, la que fue saludada por José Ingenieros desde las páginas de Revista de Filosofía.
A mediados de 1916 junto a Arturo Capdvila, Arturo Orgaz, Martín Gil, Saúl Taborda y otros jóvenes anticlericales, promueve un ciclo de conferencias que tuvo lugar en la Biblioteca Córdoba. De este espacio surgirá enseguida el Comité “Córdoba Libre”, aliadófilo, enfrentado al Centro “Juventud Católica”. El grupo estrechará relaciones con el dirgente socialista Alfredo Palacios
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Las elites que manejaban la Universidad no podían admitir que hubiera cambios en las viejas estructuras educativas. Con métodos de enseñanza superados, y profesores eternizados en sus cátedras, que no sobresalían precisamente por generar ideas originales y estaban anclados en una retórica con gran influencia de la Iglesia Católica promovían una enseñanaza convencional. Para mover esos cimientos que Roca cuestionaba organizó junto a sus amigos Arturo Orgaz y Enrique Barros la Federación Universitaria de Córdoba para exigir cambios estructurales. Roca, Ya graduado como abogado, fue uno de los principales ideólogos del movimiento.
En 1917 Deodoro es designado director del Museo Provincial Marqués de Sobremonte, y un año después acompaña activamente el movimiento huelguístico que impulsa la Federación Universitaria de Córdoba en pos de una reforma profunda de los estatutos así como de la enseñanza en la Universidad, punto de partida de la llamada Reforma Universitaria. Es el redactor del célebre “Manifiesto Liminar“ de la Reforma , aparecido en el primer número de La Gaceta Universitaria, órgano de la Federación, que recorrió en pocos meses toda América Latina a medida que el movimiento se expandía por el continente: “Hombres de una República libre —escribía allí—, acabamos de romper la última cadena que, en pleno siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.
En junio de 1918 los estudiantes liderados por Roca irrumpieron en la Universidad para oponerse a la elección de un rector conservador, y declararon una huelga general. Fue fundamental su participación en redactar los documentos programáticos y en el lanzamiento intelectual del movimiento reformista.
El 21 de junio de 1918, la Federación Universitaria de Córdoba publicó su Manifiesto Liminar, titulado “La Juventud Argentina de Córdoba a los Hombres Libres de Sudamérica”, redactado por Deodoro Roca, aunque sin firmarlo explícitamente para enfatizar el carácter colectivo del movimiento. Este documento, considerado uno de los textos políticos más trascendentes del siglo XX en América Latina, sintetizó los ideales reformistas: autonomía universitaria, cogobierno estudiantil, gratuidad de la enseñanza, libertad de cátedra, y compromiso con las causas sociales. Frases como “Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen” y “Estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana” reflejan la rebeldía y el espíritu latinoamericanista de Roca.
El manifiesto denunciaba la “tiranía” de las autoridades universitarias y la mediocridad académica, proponiendo una universidad abierta, democrática y al servicio del pueblo. Su difusión inspiró movimientos similares en universidades de Argentina (Buenos Aires, La Plata, Tucumán) y de otros países como Perú, Chile, México y Cuba.
En julio de 1918 participa del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, y pronuncia el discurso de clausura protestando por la represión policial a los estudiantes durante la huelga. Sus palabras determinan que sea dejado cesante como director del Museo, aunque meses antes con el apoyo del estudiantado reformista había sido nombrado profesor titular de Filosofía General en la Facultad de Derecho, donde también fue Consejero, promoviendo que la Universidad invitara en agosto de 1921, al filósofo español Eugenio D’Ors a dictar un ciclo de conferencias.
Después de la intervención de la Universidad debida al movimiento reformista y por decisión del presidente Hipólito Yrigoyen, se logró la renuncia de los profesores que se opusieron a los cambios y a la reforma del estatuto universitario, donde se establecieron principios como el cogobierno tripartito (estudiantes, docentes y graduados), la autonomía universitaria y la extensión universitaria, que siguen siendo pilares de las universidades públicas argentinas.
El impacto de la Reforma trascendió las fronteras, influenciando la creación de la Federación Universitaria Argentina en 1918 y el Primer Congreso Internacional de Estudiantes en México (1921). La idea de una universidad comprometida con la justicia social se convirtió en un modelo para América Latina.
Después de haber logrado las reformas, se dedico a ejercer la profesión de abogado, defendiendo presos políticos durante la década del 30, comprometiéndose con los derechos humanos, lo que lo llevó a crear y presidir la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Se involucró en causas relacionadas con la defensa del ambiente, lo que determinó el primer juicio sobre esos temas en los Tribunales. También siguió comprometido con los temas universitarios propugnando la gratuidad de la enseñanza, que solo se alcanzaría en 1949 durante el gobierno de Perón.
Se incorpora al Partido Socialista, pero ante su adhesión al ala izquierda del mismo es expulsado, aunque después no adherirá al comunismo al que se habían integrado muchos de sus amigos.
Durante la guerra del Chaco entre Bolivia y el Paraguay, creó un comité por la Paz, y realizó esfuerzos para difundir iniciativas que pusieran fin a esos conflictos bélicos.
Además de su trabajo como abogado, se dedicó al periodismo en su provincia. Desarrolló una intensa actividad en diarios de su provincia como El País (1929-1932), La Voz del Interior y Córdoba. Fundo también un periódico “Flecha” 1935-1936), en el que colaboraron figuras de todo el espectro de la izquierda —desde el comunismo al “socialismo de izquierdas”, el anarquismo hasta el trotskismo—
Publicó artículos sobre política, cultura, educación y derechos humanos. Sus escritos, caracterizados por un estilo apasionado y crítico, abordaban temas como el antiimperialismo, el antifascismo y el anticlericalismo. Su casa en Córdoba, en la calle Rivera Indarte 544, conocida por su “sótano de Deodoro”, se convirtió en un centro cultural frecuentado por intelectuales como José Ingenieros, Rafael Alberti, Pablo Neruda y Lisandro de la Torre. Esa vieja casona paterna funcionó en los años ‘20 y los ‘30 del siglo pasado como el “meridiano intelectual de Córdoba”, visita obligada de las principales personalidades que venían el país, desde Waldo Frank a Stefan Zweig, desde Eugenio D’Ors a Ortega y Gasset, desde Rafael Alberti hasta Enrico Caruso.
Diversos testimonios lo muestran como una figura muy especial en cuanto a sus calidades intelectuales, gran anfitrión, cultor de la amistad, conversador entusiasta que nunca se sometió al rigor de elaborar un libro, sino que se prodigó en artículos periodísticos y prolongadas sobremesas.
En algunos momentos que le dejaban el ejercicio de la profesión y sus célebres tertulias intelectuales, se dedicó a pintar, en medio de su ajetreada vida. Expuso en Buenos Aires paisajes de Córdoba y plasmó con particular visión la tierra rojiza de Ongamira. Concurrió al Salón Nacional en 1935, 1936 y de 1939 a 1941. Dirigió el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa. En Ongamira captó temas para plasmar su obra plástica. En sus paisajes, la factura es vibrante y encendida, la pincelada, vigorosa y rica de una paleta nutrida de gamas variadas. Expuso en Buenos Aires en varias ocasiones.
Deodoro Roca fue conocido por su carisma, su sentido del humor y su pasión por la justicia. Su interés por la naturaleza lo hizo visitar frecuentemente Ongamira, un valle en las sierras cordobesas, donde reflexionaba y planificaba sus escritos. Su compromiso con la libertad se extendió incluso a detalles cotidianos, como su indignación por la tala de árboles en Córdoba, que lo llevó a escribir columnas exigiendo responsabilidades.
Parecía que este hombre extraordinario estaría décadas luchando contra la injusticia, enfrentando los privilegios políticos y sociales que detestaba, quizás produciendo la gran obra que todos esperaban, ya que sus conocimientos filosóficos y jurídicos producían admiración, no solo entre sus muchos amigos y discípulos, sino que habían trascendido fuera de la Argentina, donde era reconocido por su talento y por sus combates intelectuales y políticos. Pero un cáncer de pulmón, cuando esa enfermedad era mortal, le impidió seguir adelante con sus actividades y murió en su querida ciudad el 7 de junio de 1942 a los 51 años.
Un funeral cívico se realizó el lunes 8 de junio de 1942 ante una muchedumbre imponente encabezada por el gobernador de Córdoba, Santiago del Castillo. Despidieron sus restos muchos de sus amigos. El poeta español Rafael Alberti le dedicó una “Elegía a una vida clara y hermosa” y Raúl Gonzalez Tñon le dedicó otra.
Tiempo después el Congreso de la Nación le haría un sentido homenaje, a este argentino excepcional.
Todos aquellos que lo conocieron sabían de su integridad, de su amor por la justicia, de esa entrega visceral a luchar por la paz y por los derechos humanos, cuando estos todavía no tenían la significación de muchos años después.
Deodoro fue uno de los tantos olvidados por la historiografía durante décadas, y hoy es alguien a quien pocos recuerdan, ya que nunca a pesar de sus ideas políticas, participó de criterios sectarios, sino que siempre estuvo abierto a debatir ideas y no a encerrarse en dogmatismos partidarios.
La Universidad Nacional de Córdoba honró su memoria con una publicación titulada Deodoro y un museo en Ongamira, que exhibe objetos personales como la máquina de escribir Continental con la que redactó el Manifiesto Liminar de la Reforma.
Su figura sigue siendo un símbolo de rebeldía contra el autoritarismo, la mediocridad y la injusticia. Su llamado a “romper las cadenas” de la opresión intelectual y social siempre resonó en las luchas por una sociedad más justa y equitativa.
Entre sus textos destacados están el Manifiesto Liminar (1918), el discurso “La nueva generación americana” (1918) y “Sacco y Vanzetti, Mártires de la Esperanza” (1927). Su legado fue reconocido por intelectuales como Ezequiel Martínez Estrada, quien lo consideró el escritor político más importante de Argentina en el siglo XX, y José Ortega y Gasset, que consideró que era el argentino más eminente que había conocido. [2]
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