Notas |
- Sacerdote. Deseando sus padres que abrazara la carrera eclesiástica, ingresó al Convento de San Francisco de Catamarca, en 1823. Tuvo por maestro de primeras letras al fray Juan José Archeverroa, y en los cursos de latinidad asistió a la cátedra de fray Ramón de la Quintana. El 29 de agosto de 1830 tomó el hábito de novicio, y profesó al año siguiente. Le fue conferida la ordenación sacerdotal con su pariente el P. Benjamín Achával en La Rioja, en 1833. Concluida su carrera se consagró a la enseñanza, dictando filosofía, teología moral, dogmática y derecho canónico, Entre sus alumnos se contó al P. Esquiú, a quito tuvo por discípulo durante toda la carrera. Dentro de la Orden franciscana ocupó distintos cargos: en 1838, fue elegido secretario del Ministro provincial; en 1840, guardián del Convento franciscano; y en 1848, ministro provincial. Fue designado Cura y Vicario interino de Catamarca, el 19 de febrero de 1860, y lo desempeñó hasta el 14 de setiembre de 1863. Uno de los actos de incuestionable relevancia apostólica, fue el de haber preparado para la muerte al célebre caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, en 1851. Actuó como diputado provincial en 1846, y en los años siguientes, También fue consejero de los gobernadores general Octaviano Navarro, Samuel Molina, y probablemente de don Pedro Segura y Sinforeano Lascano. En 1855, se lo eligió constituyente para estudiar y sancionar la primera Constitución de la provincia, siendo designado presidente por el voto unánime de los colegas. El 27 de septiembre de 1861, fue promovido a la sede episcopal de Cuyo por el Senado de la Nación. El 20 de diciembre del mismo año, lo preconizó Obispo el Papa Pio IX, y el 4 de octubre de 1868, recibió la consagración de manos del Arzobispo de Buenos Aires, Mons. Mariano José Escalada. Asistió al Concilio Ecuménico Vaticano convocado por el Papa Pío IX, en 1869, y luego visitó Palestina y los Santos Lugares. De regreso llegó a Buenos Aires en octubre de 1870, y de inmediato, pasó a su diócesis. Como cuarto Obispo de San Juan de Cuyo, cumplió una tarea asombrosa. Erigió el Cabildo Catedral, fundó una Casa de Ejercicios, organizó y creó varias parroquias, dio importantes normas para robustecer la disciplina y abrir nuevos horizontes a la cultura, al estudio y al apostolado del clero diocesano; fundó el Seminario Conciliar de Cuyo (1874); estimuló la difusión de la buena prensa llegando a fundar el diario católico La Verdad, y salvó a San Juan del motín del sargento José Sierra, pues su oportuna gestión amistosa hizo que no asumiera mayores proporciones con derramamiento de sangre al deponer las autoridades gubernativas. Enfermo y achacoso, siguió trabajando por el bien espiritual de sus feligreses. Falleció en San Juan, el 25 de febrero de 1898, a los 85 años. Su obra abarcó los más diversos campos de la actividad humana. Siempre procedió con talento, con honradez y con dignidad. Como ciudadano y como religioso fue un leal servidor de las instituciones de la República. [3]
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