Notas |
- Bella físicamente, Petrona María Juana Nepomucena de Biedma gustó del cultivo interior como de rodearse de objetos bellos. Desde niña, sentada en un escabel colonial tapizado en punto cruz con esquemas florales, escuchaba los relatos históricos de su abuela, la singular Misia Martina de Monasterio Sarratea y Altolaguirre, sobrina del virrey Liniers y antigua vecina de La Concepción. Sin advertirlo, desde aquel sitial aprendió a ser coherente en cada momento y a darse por un ideal.
En la animada tertulia de Teófila de Escalada López Camelo, mujer de Martín de Castro Ramos, conoció a aquel joven que no sólo reunía las condiciones físicas, morales y sociales que atraían su corazón, sino que el propósito de su vida también cautivó la suya. Casó con el Dr. Pedro M. de Castro Ramos (1855 - 1894), oriental, hijo de Martín H.T. de Castro y Domínguez de Garfias (1797-1859), miembro del Partido Blanco y hacendado del Padrón de 1813 que hizo levantar el general Artigas "para el arreglo de la campaña", y de Mariquita Ramos y Quiñones (1810-1906), que integró la comitiva de recepción de los Treinta y Tres Orientales en las playas de La Agraciada (1825), y cuya tertulia congregaba a todo el mundo de la primera línea protagónica de ambas márgenes del Plata.
A partir de 1881, fue médico del Asilo de Expósitos y de Huérfanos de Montevideo, designado por la Comisión Nacional de Caridad. En 1883 luchó contra la epidemia de tifus que diezmó el Asilo. Hasta se vio necesitado de pedir a las Hermanas del Asilo los manteles del altar "para cubrir las carnes de los pobres niños expósitos enfermos", pues quemaban todos los vestidos, ropa de cama y colchones de los que iban cayendo para evitar el contagio que avanzaba. Murieron dos de sus seis hijos; y él "murió defendiendo la frontera de la vida" el 4 de abril de 1894. "Tenía multitud de amigos. Cuantos le habían tratado lo eran, pues poseía en alto grado el don de hacerse querer."
La personalidad de su marido marcó y dio énfasis a su natural amor y voluntad: socorrer al que sufre. Y regresó a Buenos Aires llamada por la doctora Cecilia Grierson.
La hija, nieta y madre de militares de la Nación, forjará familias disciplinadas mediante instituciones que formaran y sostuvieran la labor de las jóvenes madres. La esposa, sobrina y madre de médicos, saneará los hogares argentinos reduciendo la mortalidad infantil.
En aquel tiempo, merced "a sus esfuerzos, a su consagración y sobre todo a su constancia sin ejemplo", por su condición de Presidenta de la Sociedad de Madres Argentinas, tuvo a su cargo la distribución del Suero Roux y luego del Suero Behring en la Capital Federal y en todas las provincias, cuando la epidemia de difteria asolaba el país.
En 1890, el médico alemán Emil Adolph von Behring fue el primero en demostrar la existencia de las antitoxinas bacterianas del Corynebacterium diphteriae. El científico Pierre Paul Emile Roux (1853-1933), colaborador de Pasteur en el estudio de los tratamientos de las enfermedades infecciosas, fue un pionero al servirse del uso bacteriológico de los anticuerpos (gammaglobulina) producidos por un organismo animal como respuesta a una toxina bacteriana o a un veneno (cólera aviar, carbunco, rabia y difteria), obteniendo finalmente la antitoxina para el uso humano. Con el suero antidiftérico en su poder y la acción de su amor difusivo, Petrona Biedma dio un total giro a las cifras de las estadísticas, y salvó cientos de vidas (el 80% de los niños del país).
La viuda del médico de Montevideo dedicó sus mejores años no sólo a educar a sus hijos, sino a rescatar a niños de la miseria, fortalecer la vida sanitaria del país y volver más floreciente la educación. Sobrina de Tomasa Joaquina Juana María del Rosario de Biedma y Monasterio de Estrada (1843-1918), siguió el ejemplo de las mujeres de la familia. La Sociedad de San Vicente de Paúl tiene como motor de su ala invicta de apostolado y de resguardo social a las Damas de Caridad. Todas las semanas se reunían a coser ropa para los pobres, y aquélla que no concurría debía abonar una sanción, la que se utilizaba para la compra de vestimentas. Dos veces al año -25 de Mayo ó 9 de Julio-, Petrona Biedma distribuía los regalos que recogía su virtud y el prestigio de su nombre entre sus numerosas vinculaciones, y que ella misma iba recolectando en su propio carruaje. Todos los años, para Navidad, distribuía camisas, sombreros y calzado para 500 niños de ambos sexos.
Integró el Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina y la Escuela Técnica del Hogar dependiente de éste, siempre en defensa de las necesidades y derechos básicos de la mujer y del hogar argentino. Uno de los frutos de su natural generoso y compasivo fue la fundación de un Sanatorio para Tuberculosos en las Sierras de Córdoba, anexo al que existía dirigido por el Dr. Fermín Rodríguez.
A través de los canales del Consejo Nacional de Mujeres de la República Argentina, la Sociedad Damas de Caridad de San Vicente de Paul, la Escuela Técnica del Hogar y la Sociedad Madres Argentinas de la Capital Federal, pudo concretar su designio de hacer el bien.
Sus hijos y nietos la llamaban "Mamá querida", como a su marido, el Dr. Pedro M. de Castro Ramos, "Papá querido". Y el pueblo agradecido la llamó doña Petrona Biedma, "la rosa de los rosales del Evangelio". [3]
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