Notas |
- Nació en Tucumán el 22 de mayo de 1808, hijo de Agustín Francisco de Gondra, comerciante que había llegado al Río de la Plata en 1786 y casó en Tucumán con Luisa Manuela de la Lastra y Villagran, descendiente de conquistadores. Desde el país vasco de donde era originario trajo la información de nobleza y limpieza de sangre de sus antepasados. Cuando la revolución permaneció en el bando realistas la Revolución de Mayo, por lo cual fue desterrado a Santiago del Estero.
Adeodato, después de cursar estudios superiores en Chile llegó a Santiago del Estero a los 20 años, y allí se estableció con una pulpería. Su familia materna pertenecía al partido unitario, pero sus vinculaciones comerciales le permitieron ser elegido diputado por los partidarios del caudillo Juan Felipe Ibarra, que fue además su padrino de casamiento con Antonia Alcorta, hija de Pedro José Alcorta y María Juana Beltrán.
Fue ministro general de gobierno y al aceptar el cargo vendió su negocio a su suegro y le cedió buena parte de los negocios de provisión al gobierno.
Ibarra lo consideraba un unitario de alma, y se burlaba de él y despreciaba sus consejos personales; incluso se negó a consultar a un médico a su pedido, ya que los gauchos sabían recibir con entereza la muerte. Pero apreciaba su papel como ministro en el gobierno: darle un tono legal a las acciones de su gobierno, con decretos, leyes y proclamas redactadas en un estilo elegante y claro. Gondra, por su parte, se esforzó por evitar en todo lo posible la arbitrariedad en el gobierno personalista y autocrático de Ibarra, además de ordenar las cuentas y la justicia.
Durante la formación de la Coalición del Norte, Gondra aconsejó a Ibarra mantenerse leal a Rosas, cosa que el caudillo finalmente terminó haciendo.
Durante las primeras campañas militares, el coronel tucumano Celedonio Gutiérrez se pasó con sus fuerzas al ejército de Ibarra, y tuvo estrechas relaciones con Gondra. Cuando Gutiérrez asumió el gobierno tucumano, a fines de 1841, convenció a Gondra de ser su ministro.
En noviembre de 1846 fue nombrado abogado por la Universidad de Buenos Aires; cuando viajó a esa ciudad a buscar su título, se quedó en la misma y abrió un estudio de abogado en 1851. Sus loas públicas a Rosas lo llevaron al extremo de hacerlo en un teatro en presencia de Manuelita, aunque después de la caída del dictador se puso a las órdenes de Urquiza y lanzó en la prensa todas las críticas posibles a Rosas y su gobierno. ?Para ello -dice Ibarguren- sólo tuvo que cambiar el destinatario y variar los adjetivos mal aplicados que llevaban sus instrucciones: vándalo, traidor y criminal resultó el vencido; y benemérito, ilustre y magnánimo el vencedor? Ibarguren siempre prudente en el juicio, no dijo lo que en verdad era: un oportunista que cambió de bando para ubicarse junto al triunfador, aunque nada de eso le daría resultado.
Por consejo de Urquiza, la Provincia de San Luis eligió a Gondra diputado al Congreso Constituyente que se reuniría en Santa Fe, pero no se lo recibió bien por sus cambios de bando, y se vió obligado a renunciar. El diputado Salustiano Zavalía, a quien Gondra había hecho devolver sus bienes incautados por Gutiérrez, le negaba su saludo en público y pretendió impedir su incorporación al Congreso.
En 1856 fue nombrado juez letrado de San Nicolás de los Arroyos, pero fue rechazado por la población y por el jefe militar, Wenceslao Paunero; una turba organizada por éste lo arrestó y lo envió preso a Buenos Aires.
En 1860 se trasladó a Corrientes, donde fue nombrado asesor del gobernador José María Rolón, pero éste fue derrocado a fines del año siguiente. Tras pasar por Asunción y Montevideo, regresó empobrecido y paralítico a Buenos Aires, parte de sus hijos emigraron al Paraguay, como José Adeodato.
Se encerró enfermo en su casa de la calle Venezuela. No lo visitaba nadie; era el renegado para unos, el advenedizo para otros.
No se comía bien en lo de Gondra. Algo ganaban sus hijos, que para trabajar habían modificado -por consejo paterno- el apellido suprimiendo la partícula solariega; algo también su hija Mercedes, profesora de piano. Pero la familia era larga y Adeodato estaba paralítico.
Mercedes vendió su piano para atender a los gastos de la casa y la enfermedad del padre; se supo, y algunos caballeros (Bernardo de Irigoyen, Federico Meirelles, los Anchorena), juntaron unos pesos y compraron otro para que la buena niña siguiera con sus lecciones y sus prácticas.
Murió en Buenos Aires el 8 de Febrero de 1864. Ningún diario dio la noticia de su muerte. No pudo encontrarse un amigo, en esos tiempos de fácil locuacidad funeraria, que quisiera hablar en su tumba. Sus hijos emigraron al Paraguay.
Fue muy inteligente y quiso subir. No se andaría con escrúpulos; el recuerdo de su padre debatiéndose en la lejanía y la pobreza por fidelidad a sus ideas, señaló con trazo indeleble el rasgo fundamental de su personalidad. Deliberadamente no fue leal a nada ni a nadie, sino a sus exclusivas conveniencias. .
Todos los errores se pagan, pero el error de despreocuparse de los demás, es el que se paga a mayor precio; Gondra, absorto en su propios intereses, ignoraba a los otros. Como buen ególatra, obraba como si nadie tuviera memoria y corregía pasos o rectificaba rumbos sin considerar el recuerdo ajeno, como si los hechos pudieran testarse o trocarse a la manera de las palabras de un borrador.
Tenía una obsecuencia demasiado mecánica para simular largo tiempo la sinceridad; la aquiescencia constante hacia los poderosos pudo tomarse como admiración en el mozo, pero trasuntaba otra cosa en el hombre.
Su larga y oscura figura, ojos pequeños, manos frías, voz solemne, estaban lejos de servirle para atraerse voluntades. Todo lo contrario: Adeodato de Gondra tuvo el arte de la enemistad, y eso le costó llevar su cruz hasta lo último, por haberla querido arrojar antes que nadie. Todos los rosistas -desde Lorenzo Torres, que no tenía ni su formación ni sus méritos, a Rufino de Elizalde- gozaban de cargos y consideraciones durante el gobierno de Urquiza y nadie les recordaba el pasado.
Fue autor de un importante proyecto constitucional para Santiago del Estero, de varios tratados, y de importantes escritos jurídicos.
Mi pariente Luis Roque Gondra, en el libro que escribió, trató de justificar sus inconsecuencias, y muchas de sus equivocadas concepciones políticas sin lograrlo.
Tuvo una vida muy intensa, con muchas luces, pero con demasiadas sombras, que lo llevaron a un final que no esperaba. [10]
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