Notas |
- MIGUEL ANTONINO IBARGUREN DELGADO - mi bisabuelo, que firmó y se hizo llamar siempre "Antonino Ibarguren" - nació en Salta en 1-IX-1798, y al día siguiente (2 de septiembre, festividad de San Antonino, Antonín o Antolín, a quien degollaron los paganos quince siglos atrás) fué llevado a la pila bautismal, donde le impusieron por segundo nombre el del mártir señalado en el Santoral (25). Así consta en la partida correspondiente: "En esta Santa Iglesia Matriz de Salta, en dos días del mes de Septiembre de mil setecientos noventa y ocho, yo el teniente de Cura exorcisé, bautizé solemnemente, puse óleo y chrisma, a Miguel Antonino, infante de un día, hijo lexítimo de Dn. Miguel Ybarguren y de Dña. Bernarda Delgado, ambos naturales de esta ciudad; fueron padrinos Dn. Antonio Andrade y Dã. Francisca Delgado, y para que conste lo fírmo: José Gabriel de Silvestre". (Parroquia de N.S. de La Merced de Salta, libro Nº 8 de Bautismos, folio 182).
A vuelta de tres décadas - hacia el año 1828 - Antonino Ibarguren se casó con Elena o María Elena Díaz Niño, nacida y bautizada de socorro el 17-VIII-1810, en la finca de su padre "Puerta de Seclantás"; la cual, con posterioridad, recibió el aceite consagrado en la cercana parroquia del pueblo de Molinos, como lo expresa la siguiente partida: "En esta Santa Iglesia, Capilla de San Pedro Nolasco de Calchaquí, hoy primero de Noviembre del año del Señor de mil ochocientos diez: Yo el Teniente Cura abajo firmado, exorcisé, puse Oleo y Chrisma a María Elena, de edad de dos meses y catorce días, a quien bautizó de socorro, el día que nació, el Doctor Don Manuel Vicente de Mena: es hija legítima de Don José Mariano Díaz y de Doña Justa Rufina Niño, vecinos de Seclantás: fueron sus padrinos, del Bautismo Doña Simona Núñez y de Oleos Don José Timoteo de Salas con la dicha doña Simona; a quienes advertí el parentesco espiritual que habían contrahído con la Ayjada, y compadres, y la obligación que tenían de cuidar de la educación christiana de dicha criatura; y lo firmé". "José Dion. Veles, tente. de Cura de Calchaquí". (Libro de Bautismos Nº 1 de la parroquia de Molinos, al folio 7).
Una vez casado, don Antonino explotó "negocios de campaña", en el Valle Calchaquí, con su suegro José Mariano Díaz, y cuando éste fué arrebatado por la muerte, el haber hereditario de su hija Elena alcanzó la suma de 2.135 pesos uno y un octavo reales. Tal consta en la respectiva hijuela, cuyo testimonio autorizó, el 18-X-1830, el Escribano Mariano Nicolás Valda, actuario del Juez Lorenzo Martínez de Mollinedo, ante quien tramitó la testamentaría del causante, con intervención del Defensor de Menores, Coronel Toribio Tedín, y de los contadores partidores Angel Rioja y Bernardo de la Cantolla.
He aquí los principales bienes registrados en dicha hijuela
El casco de la estancia o finca "Puerta de Seclantás", con su casa habitación orientada al Sur, y los muebles, enseres y herramientas que figuran en el respectivo inventario; como también los tapiales de la viña (786 cepas), las tinajas para el vino, y el monte circundante con 41 manzanos, 6 membrillos y 56 durazneros plantados en la huerta. Asimismo figura el potrero conocido por "Montegrande" (que se compró a Isabel Ochoa), y su rastrojo anexo. En el potrero llamado "Seclantás" (26), aquel año 1830 pastoreaban: 52 vacas de vientre (tasadas en 4 pesos cada una), 10 bueyes ($7 c/u), 8 toros ($4 c/u), 11 terneros de año (8 reales c/u), 81 cabras (4 reales c/u), una yegua vieja y un macho redomón. Se le adjudicaron además a doña Elena una gargantilla de perlas (valorada en $85 y 5 reales), que pesaba once adarmes y era herencia materna; un relicario del Niño Jesús con guarniciones de oro; seis onzas de plata labrada y, para el servicio doméstico, dos mulatas esclavas: Bernardina y Dominga, "por el tiempo que le concede la ley". También de conformidad con el Síndico de San Francisco José de Uriburu (mi tatarabuelo), quedaron la señora y don Antonino su marido, "como inquilinos" de la estancia "Cachi Pampa", reconociendo a favor de aquella orden seráfica la cantidad de 2.389 pesos a censo redimible, y a pagar un interés del 5% anual.
Por otra parte, el 19-X-1830, los esposos Ibarguren solicitaron, ante el Juzgado correspondiente, la tutoría de sus hermanos menores - hijos de José Mariano Díaz y de su mujer primera Justa Niño: Froilán, Naboria, Carmelo y Francisco Díaz Niño. Acordado ese pedido, don Antonino y doña Elena prometieron que los bienes de los nombrados menores serían administrados por ellos en legal forma, sin malbaratarlos, hasta que dichos pupilos tengan edad y puedan manejar sus intereses. Ibarguren, en garantía del buen cumplimiento de su administración, afianzó la casa de su paterna herencia en el barrio de La Merced. Y doña Elena reforzó a su vez la fianza con las propiedades que se le adjudicaron al fallecimiento de sus padres. Once años más tarde, el 29-VII-1841, en el pueblo de Molinos, el tutor Antonino Ibarguren hizo entrega a Carmelo y Francisco Díaz de los bienes de estos, entre los cuales - a casi tres décadas de la "libertad de vientres" - iban incluídas la negra Juaquelina y la mulata Ana, tasadas en 150 y 200 pesos una y otra.
El Señor de Seclantás
Mi bisabuelo Ibarguren ocupó casi exclusivamente su actividad en negocios de campo, trabajando en forma personal sus fincas en el valle Calchaquí: "Puerta de Seclantás" y "Monte de Nieva", los potreros "del Brealito", "la Ollada", los "alfares de Montegrande" y el paraje hoy llamado San Isidro, adyacente a Seclantás (donde según el historiador Pablo Fortuny se ubicó el enigmático pueblo prehispánico de Chicoana), en cuyos terrenos, además de la cria y engorde de ganados, sembraba alfalfa, cultivaba trigo y maíz, plantaba vides y elaboraba vino.
La casa de la hacienda seclanteña, erigida sobre el lomo de un cerro erizado de cardones, enfrentaba el imponente panorama de montañas rojizas, pardas y grises, de inaccesibles cimas, que recortan la diáfana lejanía del cielo azul; en tanto sus quebradas, de ríspidas escarpaduras, contornan a pique los valles humedecidos por el rio Calchaquí que, allá abajo, serpea entre la arena y las piedras; cuando no, al desatarse las lluvias, su corriente convertida en raudal bramador se sale de madre arrollando todo.
A partir de 1830, la vivienda campestre que heredara Elena Díaz fué ampliada y transformada por su marido. La "sala" - morada del patrón extensa y cómoda - se afirmaba en cimientos hechos con los pedrones del rio. Sus paredes, arquerías de adobe y tirantes de algarrobo, sostenían la techumbre torteada de barro. Llevaban los aposentos principales piso de cardón y puertas y ventanas de madera; mientras la cocina, la despensa y demás piezas de servicio manteníanse sobre tierra apisonada. Dispuestas en fila, casi todas las habitaciones del edificio daban a una larga galería ceñida por 17 arcadas, "de la misma arquitectura de los cabildos de las ciudades capitales" - cual describe el historiados Bernardo Frias a los caserones "vallistos".
Limitaba finca de Ibarguren, por su constado Norte, entre el arroyo Seclantás y las cumbres del "Cerro Colte", con Juan Guerra; por el Sur con los herederos de Blas Báez, Josefa Erazo, viuda de Rufino Durán y Vicencia Durán; por el Poniente, "abra del Monte Grande" en medio, con el potrero de María de los Santos Figueroa; y por el Naciente con el rio Calchaquí, llamado asimismo "Grande". Y en aquella época la finca disponía de lo indispensable para su abastecimiento y explotación. Un rústico molino harinero, accionado por agua, funcionaba en tierras de pan llevar. La viña maduraba sus racimos en paraje no muy distante de los lagares y la bodega, donde 37 tinajones de arcilla baya - extraída de un socavón próximo - contenían los zumos y mostos fermentados de la última vendimia. Tales recipientes licoreros eran capaces de esconder a casi todos los ladrones de Alí Babá; y se sumaban a distintos barriles, vasijas e implementos necesarios para la destilación de alcoholes; sin olvidar un alambique grande, con fondo de cobre y otro pequeño del mismo metal, calentados ambos con hulla peruana de Vilque.
Frente al caserón familiar, bajando la barranca antes que ésta alcanzara el rio, extendíase un descampado que llamaban "patio", anexo por dos lados con los graneros, el tendal y una "canchita" enladrillada. Algo más lejos, tras unos bardales, localizábanse, marginando acequias, la huerta, el chiquero y el corral. Después, el campo de pastoreo, los alfares, sementeras y rastrojos prolongaban su angosta franja verde a lo largo del rio, entre sauces llorones, álamos, algarrobos y chañares; en violento contraste con las zarzas, cactus y espinillos prendidos a las laderas áridas de la abrupta serranía circundante. De esos fértiles potreros salían las arrias de vacunos de mi bisabuelo a venderse del otro lado de la cordillera de los Andes: en Antofagasta, Cobija, Coiapó y la Serena, antes que la guerra del Pacífico modificara la geografía política de Bolivia y de Chile.
"Cuando recorrimos esos cantones (Seclantás, Molinos, Amaicha, Luracatao) a fines de 1857 - estampa el naturalista y geógrafo francés Martín de Moussy - recibimos excelente hospitalidad en lo de D. Antonino Ibarguren, en Seclantás, y en lo de D. Indalecio Gómez, en Molinos, grandes propietarios y cultivadores de primer orden en el valle Calchaquí". Con verdad dice mi padre en su libro La Historia que he vivido: "Mi abuelo vivió como un patriarca en su gran finca, próxima a Cachi, Seclantás, en el departamento de Molinos". En efecto: él era allá autoridad suprema de hecho y de derecho. Como "Juez Principal del partido" administraba justicia y, en 1839, en Seclantás, las escrituras públicas cobraban fé bajo su firma. A expensas suyas se levantó la preciosa iglesia lugareña, de amplio portal exterior y dos torres coronadas por copulines semiesféricos de estilo cuzqueño; y es fama que las campanas de bronce del templo fueron fundidas en la propia finca del donador. En razón de ello la cláusula 21 del testamento de mi bisabuelo reza así: "Habiendo edificado y paramentado a mi costa la iglesia de Seclantás, con muy poca ayuda de los vecinos, la misma que hoy sirve de anexo al Curato de Molinos, y que en una de sus torres se halla un cuarto con puerta, al lado de la iglesia, que lo hice en concepto a que sirviera de panteón exclusivo para mi cadáver, el de mi mujer, el de mis hijos y descendientes, solicité y obtuve de autoridad competente la licencia que deseaba, que se me amplió para que en el mismo panteón pudieran ser sepultados todos los cuerpos que yo designase en cláusula testamentaria. En ésta virtud, y usando de esa autorización, quiero y es mi voluntad que tengan derecho a ser sepultados en el indicado lugar, no sólo nuestros legítimos descendientes, sino también los enrolados con ellos, como asimismo mis políticos hermanos de ambos matrimonios, en caso de que allí fallezcan".
El 13-VIII-1868, desde Payogasta, el veterano Coronel Bonifacio Ruiz de los Llanos le escribía a su "sobrino amado" Federico Ibarguren, mi abuelo: "Le dirás a mi compadre (don Antonino) que le mandaré el caballo con que fuí a Salta, para que en él viaje con más comodidad. El Sr. Obispo (Risso Patrón) me prometió que en Octubre vendría a la visita de estos valles, y le hablé sobre Seclantás que debía ser curato independiente, anexando el Cármen a Molinos. Ya verás lo conveniente que sería esto a Seclantás, y que puede verificarse con un poco de empeño".
Sito en la ribera izquierda del rio Calchaquí, Seclantás - con nombre de cacique aborigen - era un poblacho indígena perdido entre montañas enormes, que mi bisabuelo trocó en civilizada localidad. "Don Antonio (sic) Ibarguren - dice el historiador Fortuny en Nuevos descubrimientos en el Norte Argentino - se establece primero en La Puerta y, luego urbaniza el paraje de Colte, donde hoy se halla el pueblo de Seclantás". Explotada por patrón tan progresista, dicha "Puerta" extendíase en la otra orilla del rio, a diez minutos de caballo del recinto vecinal, en el centro mismo del Valle Calchaquí; que así se denomina la angosta y tortuosa franja orográfica como de 200 kilómetros de largo, cuyas cimas y profundas cavidades acotan, por el Norte, las faldas y nevadas crestas del Acay, que antaño jalonaron la ruta conquistadora de Almagro, de Rojas y de Núñez de Prado; por el Sur, su frontera alcanzaba el valle de Yocavil, ahora Santa María, de donde prosiguen los trayectos para Catamarca, Tucumán y Chile; al Oeste, las estrechas sendas desoladas de Luracatau iban entonces a Atacama y a Bolivia con salida al mar; y por el Este, a través de las quebradas verdirojas de Escoipe y de las Conchas, conectábase la región con el resto de Salta por abruptos repechos y sinuosas veredas a recorrer a la jineta.
Allá pués, a 2.120 metros de altura, arrinconado en aquel valle palpitante de historia, residió con su familia, la mayor parte de su vida, mi bisabuelo Ibarguren; a más de 50 leguas -casi una semana de cabalgata - de la capital de la provincia; mientras - al igual que sus mayores - despertaba entorno suyo, en la masa descendiente de los diaguitas primitivos, estímulos civilizadores de solidaridad cristiana.
Otras referencias atinentes al personaje que me ocupa
Poseyó también don Antonino, una vivienda en el pueblo de Molinos, y tuvo casa propia en la ciudad de Salta, en la calle de "la Libertad" - hoy Alberdi - frente a lo de Santiago Figueroa, morada que, con dos tiendas anexas, compró el 30-IX-1856 a Juan Pablo Figueroa, ante el Escribano Francisco Niño, por el precio 5.000 pesos "moneda metálica de buena ley". Aquella otra casa situada en el barrio de La Merced, a cuadra y media de la iglesia y convento mercedario, habíala vendido don Antonino, el 23-VI-1831, a Juan Ximenez, por la suma de 1.000 pesos moneda corriente. Como se recordará, el vendedor heredó dicho inmueble de su padre don Miguel Dámaso, en parte, y otra parte la compró a sus hermanos Casiano y Gertrudis, el 20-VII-1828, ante el Juez de Calchaquí Sinforoso Salas, mediante escritura otorgada ante el Escribano Valda nueve días más tarde. Lindaba la vivienda, en aquel tiempo, por el Norte con calle del Comercio (hogaño Caseros); por el Sur con sitio de Rosalía Baquero; al naciente con casa de Petrona López; y al Poniente con la de Petrona Maurín.
La actuación pública de aquel "gran propietario y cultivador de primer orden" - así lo recordó el sabio francés Martin de Moussy que fué su huesped en Seclantás - resulta practicamente nula. Sólo el 25-X-1832 figura Antonino Ibarguren entre los 48 vecinos principales que convocó el Juez ordinario Hermenejildo Diez Saravia, en el Cabildo de Salta, porque debido al motín de la guarnición de Castañares contra el Gobernador La Torre, la provincia había quedado acéfala. Tales 48 ciudadanos, en función de pueblo, eligieron por pluralidad de sufragios, hasta le reunión de la Junta de Representantes, Gobernador provisorio a José María Saravia (27). Y casi una década más adelante, en tiempos de la administración federal del Gobernador Miguel Otero, éste nombró por decreto, el 31-XII-1841, una comisión compuesta por Antonino Ibarguren, Fernando Córdoba y José Benito Aranda, representantes de Molinos, San Carlos y Cachi, respectivamente, a fin de que los tres reglamentaran la distribución de las aguas del rio Calchaquí y sus afluentes, para el buen riego de las tierras labradas desde la Poma abajo, y surtimiento de pueblo de San Carlos.
Fallecida Elena Díaz Niño en su feudo montañés, en junio de 1835, a consecuencia del nacimiento de su hija Belisaria, y sepultados sus restos en el panteón familiar de la iglesia seclanteña, Antonino Ibarguren, tras un luto de año y medio, contrajo segundas nupcias con Isabel Torán, cual lo expresa la siguiente partida: "En esta Parroquia de Sn. Pedro Nolasco de Calchaquí (Molinos), a los veinte y dos días del mes de Enero de mil ochocientos treinta y siete; Yo el Cura Vicario abajo firmado, habiendo seguido los informes. de soltería y livertad de los contrayentes, ante los Tgos. qe fueron Dn. Isidro Poveda y Dn. Salvador Cabrera; y leído las tres moniciones en distintos días festivos, no resultando impedimento, los casé por palabra de presente, haviendo manifestado antes su mutuo consentimiento, a Dn. Antonino Ibarguren, español, viudo de Da. Elena Díaz, de Seclantás, hijo legítimo de Dn. Miguel Ibarguren y de Da. María Bernarda Delgado, con Da. María Isabel Torán, soltera, vecina de Salta y actualmente en ésta, hija legítima de don Franco. Torán y Da. Manuela Antonia Olmos, siendo padrinos D. Severo Isasmendi (que fuera último Gobernador del Rey, depuesto por la Revolución de 1810) y Da. Jacoba Gorostiaga (esposa de Isasmendi). Tgos. Dn. Isidro Poveda y Dn. Salvador Cabrera. Y pa. qe. conste lo firmo: José Antonia Rioja". (Libro Nº 3, folio 107).
Testamento y muerte de mi bisabuelo
Más de un cuarto de siglo después, ya bajando la pendiente de la vida, "Don Antonino Ibarguren, natural de Salta y del vecindario de Seclantás, curato de Molinos, hijo legítimo de don Miguel Ibarguren y de Doña Bernarda Delgado, difuntos, que también fueron naturales de Salta, hallándome por la misericordia de Dios en la escasa salud que mis habituales enfermedades lo permiten, pero en mi entero y cabal juicio, memoria y entendimiento", otorgó escritura de última voluntad, el 24-VII-1865, en la capital de la provincia, ante el Escribano Manuel N. Quijano y los testigos Facundo Cabrera, José Baldovino y Marcos Figueroa. Luego de dar el acostumbrado testimonio de su fé "Católica, Apostólica y Romana", y de pedir la intercesión de la Santísima Virgen, del "Santo Angel de mi guarda y Santos de mi nombre y devoción y demás de la corte celestial, para que impetren de Nuestro Señor y Redentor Jesús Cristo que por su preciosa sangre me perdone todas mis culpas y lleve mi alma a la Mansión del eterno descanso", dispuso el causante que su cadáver "sea sepultado en la Iglesia de Seclantás, si allí muriere, y estar señalado el lugar que se me concedió, o en cualquier Panteón, si en otra parte falleciese". Declaró haber sido "casado y belado según el orden de nuestra Santa Madre Iglesia, "en primera nupcias con Dña. Elena Díaz, de cuyo matrimonio me quedaron dos hijos: Federico - quien se halla ahora de abogado - y Belisaria, casada con don José Díaz, y son residentes en el Valle, Curato de Cachi"; y que "a los dos años de viudez de mi primera esposa contraje segundo matrimonio con Dña Isabel Torán, del que tenemos un sólo hijo llamado Manuel Modesto". Ordenó la prolija distribución de sus bienes, y que el remanente del 5º se repartiera por mitades entre su esposa Isabel y su hija Belisaria, "en consideración a sus muchos hijos, y de ser la única hija mujer, que por su sexo inspira compación". "A mi hijo Federico - dice en la cláusula 17 - le debo su hijuela materna (1.723 pesos y 1/4 reales), y es mi voluntad que se le pague dicha cantidad, y aunque le he mandado algunas sumas para que se sostenga en los Colegios, no ha sido aún lo suficiente, pués él ha tenido que proporcionarse con su trabajo y arvitrio los recursos necesarios hasta concluir su carrera". "Siendo mi principal ejercicio el de labrador - expresa don Antonino más adelante - quiero y es mi voluntad que si al tiempo de mi fallecimiento se hallasen algunas sementeras de maíz y de trigo ya sembradas, y la viña podada, no se verifique la partición de dichas sementeras entre mis herederos, y que se procure fomentarlas y cuidarlas por medio de un mayordomo pagado, llevando una cuenta prolija de todos los gastos que se ocasionasen, hasta poner todas las cosechas en los graneros y en la bodega, procurando dar el mejor espendio a todas las especies, para que reducidas a dinero, se practique la división según lo ordeno en las cláusulas que anteceden, hasta quedar liquidada la testamentaría". Tras de instituir herederos a su esposa e hijos; de legar 300 pesos a cada una de sus sobrinas Benita, Auristela y Damiana, "que hemos criado con mi actual esposa desde pequeñitas"; y de asignar 100 pesos para los sirvientes "que por su buena conducta y fidelidad sean más meritorios" (que fueron la mulata Ramona, el mulato Domingo, "criado desde que nació", la mulata Pancha y la cholita Petrona); el testador nombró albaceas "primeramente a mi hijo Dr. Federico Ibarguren, segundo a mi hijo Manuel Modesto, y tercero a mi yerno D. José Díaz".
Cuatro años más tarde, el 1-X-1869, luego de almorzar en su casa ciudadana de la calle "de la Libertad", mi bisabuelo "vallisto" abandonó el comedor para echar su siesta habitual; y se quedó dormido hasta el fin de los tiempos, en espera de despertar entre los justos, allá en el valle de Josafat.
por Carlos F. Ibarguren Aguirre
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