Notas |
- ANDREA MERCEDES CARMEN IBAÑEZ MARIN, fue bautizada en la Catedral porteña el 30-XI-1803 (de un día), por el presbítero Juan Marcelo Ximénez, bajo el padrinazgo de sus abuelos Pascual Ibáñez y Francisca Rospigliosi. Cumplidos sus 17 años se casó, privadamente, el 4-XI-1820, con Juan José Cristóbal de Anchorena y López de Anaya (ver el apellido Anchorena), hombre maduro de 40 años y viudo de Bonifacia de Lezica. El cura Manuel Villegas bendijo la boda, de la que fueron testigos Sebastián de Lezica y Vera (hermano de la primera mujer del contrayente) y Rosa Marín (madre de la novia).
La vida marital de mi tatarabuela Ibáñez duraría algo mas de una década; el 20-XII-1831, en plena juventud, quedó viuda y dueña de considerable fortuna. Con todo, Andrea puso freno a la posibilidad de hallar nuevo marido. El cuidado de sus hijos absorvió su destino, y - según tradición doméstica - el transcurrir del tiempo cargó de rarezas y manifestaciones originales su carácter, aislándola de sus semejantes. Había adquirido una vieja quinta sobre la barranca, cerca de "El Retiro"; y en esa propiedad suburbana retrajo su existencia, ligada entrañablemente a su nieto Manuel Aguirre Anchorena (mi abuelo), a quien mimaba sobre manera. Su hogar entre las plantas con vista al río, ubicábase en la esquina que hoy forman las calles Esmeralda y Juncal; ahí donde hoy se levantan varios bloques de departamentos del Sr. Estrugamou.
Se cuenta que la noche del 2-I-1853, durante el sitio de Buenos Aires por la fuerzas de Hilario Lagos, el jefe de los porteños Coronel Bartolomé Mitre y dos de sus ayudantes, el Mayor del Campo y el Teniente Hernández, regresaban vestidos de civil del bajo de "El Retiro", después de un audaz reconocimiento a las líneas enemigas. En eso, algún sitiador descubrió a los incursionistas, quienes fueron perseguidos rápidamente con encarnizamiento. Llegados los fugitivos al tapial de la añosa quinta de la calle Esmeralda, Mitre logró saltarlo con el Mayor del Campo; no así el Teniente Hernández, al que, por no haber corrido tan ligero, lo mataron a lanzazos sus perseguidores. De tal suerte, gracias a la protección del muro de aquella finca, pudo don Bartolo salvar la vida y cumplir su esclarecido destino.
Treinta años más tarde, allá por 1880, el joven Manuel Aguirre a poco de haberse casado con Enriqueta Lynch, se instaló en la referida quinta que perteneciera a su abuela materna. En dicha característica vivienda, un 10-VI-1882, vino al mundo mi madre; Maruja Aguirre.
En los lejanos días de mi juventud, solía yo contemplar, desde afuera, a esa casona amarilla de altos con azotea y corredores de tejas, cuyo edificio, junto a una airosa palmera, soportaba los ultrajes del tiempo entre los yuyos invasores de un marchito y melancólico jardín: agreste trozo de barranca, sustraído del progreso circundante por los mohosos ladrillos de su vetusto paredón.
Andrea Ibáñez de Anchorena murió el 11-VII-1862 a los 59 años de edad, en su casa de la calle del parque nº 16 (ahora Lavalle). Tramitó su expediente sucesorio ante el Juzgado Civil del doctor Martín Bustos, Secretaría de Manuel Lacasa, el abogado Dr. Ignacio Gómez, marido de una de las nietas de la causante: Susana Aguirre Anchorena. Entre los bienes inmuebles de doña Andrea, que se repartieron a sus herederos figuran: una finca en la calle Rivadavia, esquina a la de Maipú. Otra casa en la calle Belgrano, esquina a la de Perú. Otra en la barranca de la calle Esmeralda, que llevaba el nº 705, a la que me referí más atrás. Un terreno inmediato a la Recoleta. Otro terreno en la calle Perú, esquina a la de Alsina. Otro baldío en la calle Juncal, esquina a la de Suipacha. Un campo de 14 leguas cuadradas, denominado "Arroyo Grande"o "Carralauquén" (hoy en el Partido de Mar Chiquita - Coronel Vidal), el cual se dividió entre sus hijos por terceras partes; como asimismo otra fracción rural en Matanzas, de 3.000 varas de frente por 3.200 de fondo.
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