Notas |
- En todos los altos círculos nacionales y en los muchos foráneos en que correspondióle desempeñarse, destácase con prestigio la figura del recientemente fallecido Embajador don José María Pico Ramos Mejía, con relevancia caballeresca, de cristiano perfil. No eran sólo sus vastos conocimientos en materia diplomática e histórica, su dicción impecable y el ajustado aticismo de sus escritos, sino su trato afable y sus notables sentimientos de lealtad y amistad.
Durante largos años sirvió a la Patria en la difícil tarea de la diplomacia con acendrada dedicación y eficacia. Una vez llegado el momento de su retiro, no dejó de brindar generosamente colaboración en situaciones complejas cuando las necesitaron en tales ámbitos, con competente criterio y prudencia, claves de resultados positivos.
Por otra parte, pudo volcar con plenitud sus afanes a la vida familiar, a las disciplinas históricas y variadas actividades culturales.
Una de las entidades a que dedicóse asiduamente entonces fue el Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas, al cual ingresara bien joven en 1947, siendo por tanto miembro vitalicio desde 1967 y al tiempo de su óbito era el más antiguo de todos los miembros, seguido por el General Don Mario E. Bialet Argerich, fallecido lamentablemente poco después de él, cuya incorporación databa de 1953, y luego por el Dr. Félix H. Martin y Herrera quién escribe estas líneas, que fue en 1955. Desde que gozó de tiempo libre, su asistencia a las sesiones del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas fué puntual, interviniendo en las polémicas de dicha academia, con sólida erudición y forma mesurada, campeando su concebido espíritu conciliador.
Descendiente de estirpes patricias, de raíces enclavadas en lejanas eras de la hegemonía hispánica, quienes brindaron a su Patria esforzado vivir, colaborando en las luchas de la Independencia, en grandes negocios y emprendimientos que la hacían crecer, en sus ciencias y artes, en la educación e instrucción pública y privada, en la beneficencia y tantos otros rubros que los hombres y mujeres han cultivado en la sana conciencia de que sus trabajos son provechosos para el bienestar y la grandeza de la Nación.
Recordemos brevemente que entre sus escritos publicados, cuéntase la enunciación y glosa de muchos antiguos testamentos, aporte obviamente valioso para los estudios históricos, biográficos, sociológicos y jurídicos, confeccionadas en base a datos exactos y nomenclaturas precisas.
Fueron sus progenitores el Dr. Paulino Pico Ibarbalz, distinguido letrado de nuestro foro y su esposa Doña Pura María Celia Ramos Mejía, matrimonio ejemplar que inculcó a su prole las cristianas virtudes y el amor al trabajo. Siguiendo tan preclaras huellas, formó a su vez con condigna esposa doña María Arendarz Apeley, paradigmático hogar, del cual hubo posteridad; que a no dudar sabrá honrar la noble tradición de sus mayores.
Digamos finalmente, para el cierre de esta exposición, que aún del modo reseñado, sería hoy imposible tratar otros múltiples méritos de nuestro gran amigo José María en la ocasión, por razones obvias, los cuales no dudemos serán aquilatados en páginas futuras de mayor aliento. Suplamos tal falta, de momento, por la notoriedad general de su devenir hasta edad avanzada, lo que contribuirá a la perduración de su memoria por largo tiempo, grabada a buril en nuestras almas.
FÉLIX F. MARTÍN Y HERRERA
Nota necrológica en la Revista del IACG, #32
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