Notas |
- DON PEDRO DE ARGAÑARÁS Y MURGUÍA el mozo nació en San Miguel de Tucumán entre los años 1718 y 1719. Fue alumno de la Universidad de Córdoba, habiendo ingresado al primer curso de Filosofía el 24 de marzo de 1744. Rindió el último examen para obtener el grado de licenciado en Artes el 28 de setiembre de 1746 y la última prueba del tercer curso de Filosofía el 21 de marzo de 1747. Ello no obstante, en ninguno de los documentos consultados su nombre va precedido de grado académico alguno, sino tan solo de los militares de capitán y sargento mayor.El 19 de agosto de 1747 lo hallamos nuevamente en Tucumán, presentando ante el cabildo su título de regidor XXIV en arrendamiento de vara, junto con un despacho del gobernador Espinosa de los Monteros en el que ordena al cuerpo tomarle juramento "luego al punto", lo que se verifica seis días más tarde. El 1º de enero de 1748 es elegido por mayoría de votos alcalde de la Santa Hermandad de su ciudad natal, cargo que asume recién el 2 de marzo siguiente a causa de un conflicto suscitado en torno a las elecciones, cuya solución se somete a la decisión del gobernador.Poco después, por orden de los jueces oficiales de la real Aduana de Puerto Seco, se declaran vacantes todos los oficios otorgados en arrendamiento que no se hubiesen rematado ante ese tribunal y se ordena realizar nuevos pregones. El auto conteniendo dicha orden es presentado ante el cabildo tucumano el 30 de setiembre de 1748 por el teniente tesorero don Francisco Javier de Cabrera y notificado dos días después a los afectados, entre los que se encuentra don Pedro, quien firma bajo protesta y solicita copia autenticada para reclamar sus derechos. El 24 de diciembre siguiente vuelve a asistir a una reunión capitular investido de su cargo de regidor, y el postrer día del año, el cabildo deja constancia de haber perdido efecto la resolución de los jueces por decisión del gobernador.Aparece por última vez en el ayuntamiento tucumano en la sesión del 9 de abril de 1749. El 14 de junio de dicho año lo hallamos nuevamente en Córdoba -aunque aclarando su condición de vecino y regidor XXIV de San Miguel de Tucumán-, ocasión en que vendió a Miguel José de Argüello, residente en el partido del Río Seco, un esclavo negro que compró a doña Gabriela de Argañarás, viuda de don Francisco Viera, al precio de 317 pesos.Por aquel entonces debió de radicarse definitivamente en Córdoba, en donde declara estar viviendo el 18 de mayo de 1750 y estar ya casado. El 10 de julio de ese mismo año recibió, junto con don Manuel de Castro, poder general de veinticuatro mercaderes, para que en sus nombres comparezcan ante "cualesquiera justicia y jueces de su Majestad, y ante ellos pidan la expulsión de todos los extranjeros que residen en esta dicha ciudad y su jurisdicción que tratan y comercian, y todo lo demás que fuere en pro y útil del comercio de esta dicha ciudad, por los privilegios que deben gozar los naturales de este reino".Tres años más tarde lo encontramos sosteniendo un pleito con el maestre de campo don Enrique de Olmedo y Bustos por el remate de una vara de regidor perpetuo. Don Pedro llegó a ofrecer por ella 975 pesos, pero el 7 de agosto de 1756, al recibir la orden de comparecer ambos ante los oficiales reales de la villa imperial de Potosí, decide desistir de su oferta, confesando que el cargo no le interesa, y que lo disputó porque fue inducido a ello.En 1753 viajó al puerto de Buenos Aires, en donde compareció el 29 de octubre de dicho año ante el escribano Francisco de Merlo, para firmar una obligación por 4.164 pesos con cinco reales y medio a favor del comerciante local don Manuel de Escalada. Al día siguiente firmó otra a favor del mismo por 1.163 pesos, de mancomún con su cuñado, don Juan Jacinto de Figueroa.Hombre de temperamento fogoso, tomó parte activa en las luchas que por entonces dividían a la ciudad en dos bandos, militando en el que conducía su amigo y tío político don Félix de Cabrera, maestre de campo de la plaza y por lo tanto jefe de las milicias cordobesas.El 10 de febrero de 1754 protagonizó un tumultuoso incidente al resistir la detención de un negro esclavo de don Félix de nombre Sebastián, acusado de portar cuchillo. En la ocasión el propio don Félix apedreó al policía José González, mientras que Argañarás lo amenazó con una escopeta.Como consecuencia de ello fue detenido y recluido en el cabildo, con motivo de lo cual don Félix de Cabrera armó tal escándalo, que cuatro días más tarde el alcalde don Juan Antonio de la Bárcena resolvió dejarlo en libertad "atendiendo a la oposición de dicho tribunal (de la Santa Cruzada) y a la resistencia que pueda haber por el dicho maestre de campo, como es público y notorio y haber ayer, que se cuentan trece del corriente, a la una de la noche citado a la compañía del número de infantería y a la de caballería y en su prosecución, a las cuatro o cuatro y media de la mañana hecho tocar las cajas de guerra y a su voz y nueva citación particular concurrido la de forasteros y gente libre y manteniendo hasta el presente con dicha custodia y guardia y por no poner la ciudad en bandos y por evitar mayores inconvenientes que según el hecho de dicho maestre de campo amenazan y a esto haber concurrido el respeto y celo católico del Ilustrísimo señor doctor don Pedro Miguel de Argandoña, dignísimo obispo de esta diócesis, interponiendo el que debe tener su superior empeño para que se evitase mayores escándalos e inconvenientes y para ello solicitado con ahínco por su Ilustrísima se suspendiese dicha ejecución y acordádose que de lo acaecido se diese cuenta al señor gobernador de esta provincia. Por todo el portero del cabildo, Antonio Gómez, dará la soltura prevenida al contenido don Pedro de Argañarás".El 25 de marzo siguiente, el teniente de Rey don Manuel de Esteban y León aprobó lo actuado y el 17 de abril, el gobernador Martínez de Tineo dictó un auto desde Salta ordenando a los alcaldes suspender las actuaciones y abstenerse de molestar a Cabrera y Argañarás. Este último ocupaba a la sazón el cargo de colector del tribunal de la Santa Cruzada.De nuevo se hallaba preso para el 7 de febrero de 1757, por una causa que le promovieron los dos alcaldes ordinarios. En esa ocasión fue liberado al constituirse don Juan Bautista de Irusta como su fiador y "alguacil carcelero", comprometiéndose a devolverlo a la prisión cuando le fuere exigido.El 10 de abril de 1757, junto con su cuñado don Juan Jacinto de Figueroa, acordaron con el obispo el arrendamiento de la estancia de Sinsacate, del monasterio de Santa Catalina, por el término de cuatro años, pagando los tres primeros el rédito de un censo que pesaba sobre ella, y el último año, cien pesos, que recibirían por mitades la madre sor Josefa y la madre sor María Catalina de San Ignacio. Un mes después, el 7 de setiembre de dicho año, firmó junto con su mujer una obligación a favor de don Juan Jacinto por valor de 750 pesos, bajo garantía hipotecaria sobre su casa. A la muerte de don Pedro pastaban en Sinsacate más de 1.250 cabezas de ganado.Ostentaba el grado de sargento mayor de milicias y se desempeñaba como capitán de la primera compañía del número para el 6 de noviembre de 1758, fecha en que canceló varias deudas contraídas con don Manuel de Escalada, por un total de 9.655 pesos con 3 reales, restando 1.000 pesos que se comprometió a pagar en seis meses. El acreedor le condonó los intereses, que superaban los 700 pesos, "bajo de amistad y buena obra, de cuyo conocimiento soy sabidor", pero en caso de no cumplir en término, se comprometía a abonar 1.700 pesos.Su casa en la traza urbana, servida por cinco esclavos y tasada en más de 4.000 pesos, se situaba sobre la actual calle San Jerónimo entre las de Buenos Aires e Ituzaingó. Medía veinticinco varas (veintiún metros) de frente por sesenta (cincuenta metros) de fondo y tenía el frente "cercado de rafa de cal y piedra a la parte del sur, su puerta de calle en medio con cerradura y postillo, su puerta de cal y ladrillo con sus tapices, con sus veletas de fierro, con sus dos tiendas a los lados de dicha puerta de calle y la una tiene su corralito y ambas dos enladrilladas con baldosas, de doce varas de largo y cinco de ancho, cada tienda con su trastienda, etc., etc.". Continúa el informe describiendo la sala, el aposento, los cuartos, el patio, la despensa, el horno, el pozo de balde, la huerta con sus frutales y otras dependencias.El solar en el que se levantaba había sido comprado por su mujer el 15 de abril de 1747, siendo ya viuda de su primer marido y antes de su casamiento con él, a don Fernando de Carranza y Luna y su mujer, doña Francisca de Labayén, en 250 pesos. El 1° de abril de 1750, ambos la ofrecieron en garantía hipotecaria por un censo de 472 pesos, de los bienes de los hijos menores de Pedro Sarmiento y Juana Gutiérrez, dando además por fiador al capitán don Félix de Cabrera. El 20 de agosto de 1760 la volvió a ofrecer don Pedro en garantía, esta vez por un préstamo de 750 pesos que tomó del Hospital de Santa Olalla.Murió don Pedro en 1762, joven aún, dejando bienes por valor de 6.725 pesos.
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