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Capitán Pedro de Izarra[1]

Varón Cir. 1547 - 1616  (~ 69 años)


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  • Nombre Pedro de Izarra  [2
    Título Capitán 
    Nacimiento Cir. 1547  Orduña, Vizcaya, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [2
    Sexo Varón 
    Fallecimiento 1616  Orduña, Vizcaya, España Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar. 
    ID Persona I57452  Los Antepasados
    Última Modificación 4 Jul 2018 

    Padre Linaje de Los Izarra 
    ID Familia F21565  Hoja del Grupo  |  Family Chart

    Familia Polonia Astor 
    Matrimonio Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.  [1
    Hijos 
    +1. Polonia de Izarra Astor
    +2. Capitán Juan de Izarra Astor,   n. Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    +3. Catalina Astor   f. 1602, Buenos Aires, Argentina Buscar todos los individuos que registran eventos en este lugar.
    ID Familia F8617  Hoja del Grupo  |  Family Chart
    Última Modificación 14 Abr 2020 

  • Mapa del Evento
    Enlace a Google MapsNacimiento - Cir. 1547 - Orduña, Vizcaya, España Enlace a Google Earth
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  • Notas 
    • El 17-X-1572, desde San Lúcar de Barrameda, se hacía por fin a la vela, rumbo a su destino trasatlántico, la Armada del 4º Adelantado del Río de la Plata; Caballero de Santiago Don Juan Ortiz de Zárate.
      La recluta de la gente, el fletamento de las naves y demás aprestos necesarios a dicha expedición, habían resultado trabajosos en extremo. Ortiz de Zárate - que fuera designado, 5 años atrás, para ocupar la Gobernación del Paraguay por el Presidente de la Audiencia limeña, Licenciado García de Castro, con el compromiso de meter a su costa, en el territorio de su mando, "por el mar del norte", 400 o 500 hombres de guerra, así como "por la provincia de Charcas, donde tiene su casa e vecindad, quatro mill cavezas de bacas, quatro mill ovejas de Castilla ... e otros ganados" - tuvo que trasladarse a España desde el Perú, por la vía de Panamá, a fin de gestionar del Rey la confirmación de su cargo; en un viaje lleno de imprevistos, entre las que no faltó un salteo de piratas.
      Formalizada la capitulación respectiva, el 10-VII-1569, dicho real convenio agraciaba a Zárate con el alto empleo de Gobernador y Capitán General del Río de la Plata, por dos vidas, con un sueldo de 4.000 ducados y el título de Adelantado, con carácter de mayorazgo perpetuo, para él y sus descendientes; amén de otras ventajas, licencias y privilegios administrativos, judiciales y mercantiles; y la promesa - a su pedido - de que la Corona le acordaría un título de Marqués, con 20.000 indios vasallos, cumplidas las obligaciones estipuladas; en este caso, equipar con hombres, armas y bastimentos, aquella expedición de conquista y colonización de las tierras rioplatenses; y fundar, además, allí, "tres pueblos de españoles".
      Pero sucedió que el Adelantado no tenía suficiente caudal para llevar adelante la empresa a que se había comprometido. Tuvo pues que recurrir al apoyo financiero de parientes y amigos; a préstamos e hipotecas que originaron pleitos y embargos; lo que demoró considerablemente los preparativos a los cuales se condicionaba la salida de la Armada.
      En la recluta de gente también Ortiz de Zárate tropezó con dificultades. Había pactado con el Rey llevar 500 españoles y, de estos, 200 menestrales, artesanos y labradores. Para reunir tales inmigrantes despachó a varios de sus Capitanes, quienes, acompañados por pregoneros con "pífanos y tambores", recorrieron las villas y aldeas incitando a los mozos mas resueltos a engancharse como marineros, soldados y pobladores del nuevo mundo; mediante reclamos persuasivos hechos de viva voz - la Propaganda sugestiona en cualquier tiempo a la voluntad humana! - sobre las excelencias maravillosas de ciertos territorios a la vera de un río "argentino", capaces de enriquecer al más pobre de los mortales de la noche a la mañana,
      A su vez, los Consejos edilicios de Sevilla, Jerez de la Frontera, Jaén, Ecija, Córdoba, Baeza y Ubeda, recibieron una Real Cédula, fechada el 16-VI-1572, en la cual el Monarca les ordenaba coadyuvaran con Ortiz de Zárate en el reclutamiento de los pobladores que este necesitaba; gente que "sea noble, paçífica e yndustriosa"; la mayoría de los hombres casados, si fuera posible, y que llevasen sus mujeres; "gente onrrada, quieta y paçífica, para que entre ellos se puedan probeer los offiçios de gobernación de la república (Cabildos), y que así mesmo aya labradores para la labor y beneficio de las tierras". Tan apremiante era la necesidad de completar aquel acompañamiento que, por esa única circunstancia, se les relevaba a los viajeros de presentar la habitual información de limpieza de sangre en la Casa de Contratación.

      Busca nuevo firmamento para que brille su "izarra" el antepasado de esta historia

      Uno de los muchachos dispuestos a correr la aventura americana se llamaba Pedro de Izarra. Como vasco sentíase orgulloso de su sangre limpia y vigorosa. Con apenas 18 años cumplidos - nació en 1554 -, estaba decidido a cobrarle con creces al futuro la tristeza que momentáneamente lo embargaba al dejar las querencias de su terruño. El documento "Visita de la gente que Juan Ortiz de Zárate llevó en las naos para la conquista del Río de la Plata", fechado el 12-X-1572 en San Lúcar de Barrameda (que original guarda el Archivo indiano de Sevilla y cuya copia legalizada incluye la Colección García Viñas de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires), entre los grumetes de la nave "Almiranta", individualiza a (sic) Pedro de Liçara (es Pedro de Yçarra mal manuscrito o con errata en la copia dactilográfica), "natural de Orduña, de edad de diez y ocho años, una señal en la muñeca ysquierda".
      Para su servicio y maniobra ese velero denominado "El Salvador", disponía de una tripulación de 23 personas, a órdenes del "Maestre" Baltasar Moreno, de 28 años, nativo de las Canarias y casado en Triana, "de buen cuerpo y una señal en la ceja derecha", a quien secundaba el piloto Gregorio Gómez.
      La antiquísima villa de Orduña, cuna del bisoño gaviero susodicho, y patria asimismo del Adelantado Ortiz de Zárate, configura - con sus términos jurisdiccionales - un enclave de la provincia de Vizcaya en la de Alava que la rodea por todas partes. Orduña dista tres leguas escasas del corto vecindario alavés de Yzarra, que apellidaba con su nombre al protagonista de esta biografía.
      Según otro documento de mediados del siglo XVII, intitulado "Relación del matalotaje y otras cosas que cada una de las personas que obieren de yr a las provincias del Río de la Plata han de llebar para su sustentación y proveimiento", nuestro aprendiz de mareante debió arrostrar la oceánica travesía munido, más o menos, de las siguiente provisiones y equipajes: A saber: cuatro quintales de biscochos; una pipa de harina; ocho arrobas de vino; dos fanegas de habas y garbanzos; cuatro arrobas de vinagre; una de arroz; dos de pescado seco, tollo "bastina" o bacalao; dos ducados de tocino; seis reales de ajos y cebollas; dos pipotes de aceitunas con sus respectivas vasijas, y un ducado de pasas de higo y almendras. Para hacer el comercio de rescate con los indios, al conquistador no habían de faltarle anzuelos, cuchillos, tijeras, hachas, "hierro de platina o verguejón", "cordeles para pescar" y "diamantes azules y otros abalorios". "Otro sí - termina el informe - me parece que cada una de las personas que ha de yr en la dicha jornada han de llevar sus personas vien aderezadas de paño, lienço y calzado"; provistos, por lo menos, de una docena de camisas, tres jubones; cuatro pares de calzones; una chaqueta con dos pares de medias calzas; un capote o sayal para el mar; dos capas, una negra y otra "pardilla"; dos gorras y dos sombreros; dos pares de zapatos, unos con lazos y otros sin ellos; y, para lavados de emergencia, "media arroba de jabón".
      El total de la gente que consiguió reunir Ortiz de Zárate en su armada fue de 510 personas, sin contar los niños. Completaban la tripulación marinera, propiamente dicha, 104 hombres, y el elemento femenino se reducía a 58 mujeres, 23 de ellas casadas. Sólo 69 labradores y 45 menestrales pudo embarcar el empresario de los 350 que se prometía; el resto del pasaje - descartando buscavidas sueltos como el vizcaíno Izarra; o Capitanes pobladores como mis otros antepasados el portugués Antonio Suárez Mexía, el "benaventino" Pedro de Quiroz, ambos Diegos Funes, padre e hijo, nativos de Ciudad Real, y Felipe de Vega, con su familia madrileña; descartando a funcionarios (como el sevillano Francisco Ortiz de Vergara, de 40 años, "alto de cuerpo, tiene una berruga en la nariz", hermano de Melgarejo y yerno de Irala, que retornaba al Paraguay con el cargo de Tesorero de Su Majestad); a conquistadores (como Antón Higueras de Santana, "natural de la villa de Salteras e vezino de la Asunción en el rrío de la Plata, de edad de 56 años, de buen cuerpo, entrecano y falto de dientes, soltero"), y a clérigos (como Martín de Barco Centenera, Arcediano y rápsoda, a la vez, "pequeño de cuerpo, barbinegro, tiene una señal rronda en el lado yzquierdo en el carrillo, y es de hedad de 28 años y natural de Gressa, tierra de Trujillo") - el resto del pasaje lo formaba "la escoria de Andalucía", según apreciación del Tesorero Hernando de Montalve (nativo de Arévalo, de 40 años, "de buen cuerpo, tiene un colmillo salido a la parte derecha").
      El pintoresco poema del Arcediano Barco de Centenera hace el relato de cómo su jefe Ortiz de Zárate,

      "con título y blasón de Adelantado,
      del puerto de San Lúcar se salía,
      y el año de setenta y dos corría."

      "Con él iban solteros y casados,
      casadas y doncellas de viaje,
      en tres navíos mal aderezados
      con una zabra mala y de mal traje,
      al parecer a muerte condenados,
      con otros quince o veinte en un patache".

      Así, a bordo de estas 5 embarcaciones - las naos "Salvador", "Concepción" y "Nuestra Señora de la Gracia" y la "zabra" y el "patache", cascajos viejos los dos -, Pedro de Izarra y sus compañeros atravesaron el océano muy penosamente, para luego de siete azarosos meses vividos sobre las olas, arribar a Santa Catalina, en la región meridional del Brasil. Desde ahí - más penosamente todavía, ya que, a la sazón muriéronse de hambre 50 españoles - los expedicionarios alcanzaron el Río de la Plata. Cuando la flotilla atracó en la isla de San Gabriel - frente a la actual localidad uruguaya de Colonia - la maniobra fue tan desastroza que sus dos naves de porte - la Almirante o "Salvador", adonde iba de vigía Izarra, y la Capitana o "Concepción", de 340 y 195 toneladas, respectivamente, se perdieron al quedar varadas en seco. A pie, desmoralizados, exhaustos - además de inermes, con los arcabuces mohosos y la pólvora húmeda -, esos náufragos sufrieron el ataque de los charrúas, que en un sólo encuentro les mataron 42 hombres; y hubieran sido diezmados todos ellos, sin misericordia, si no apareciera providencialmente allí Ruy Díaz Melgarejo, prestandoles socorro. (Ver la biografía de éste Capitán). Más adelante, con la cooperación de Juan de Garay, que se sumó a Melgarejo, Ortiz de Zárate y su mermada gente remontaron el Paraná. Tras nuevas peripecias y entreveros, el Adelantado estableció, en la vecina orilla, el efímero asiento de "San Salvador" (30-V-1574), para finalmente - previa una corta escala que se hizo en Santa Fé - entrar en la Asunción del Paraguay el 8-II-1575.
      Barco de Centenera, protagonista más que testigo de estos sucesos, en trabajosas rimas relató los pormenores de aquella sucesión de calamidades que fue la expedición de Ortiz de Zárate, desde San Lúcar de Barrameda hasta los dominios guaraníticos. Véase, por ejemplo, como describe un temporal:

      "Camina pués la armada algunas leguas
      entregada a las ondas de Neptuno,
      y engolfada en el golfo de las yeguas
      sucede un vendabal tan importuno
      que si Dios no pusiera presto treguas,
      de todos no escapara ni sólo uno".
      "Con este temporal tan peligroso,
      la nave sobre tierra va volviendo:
      el viento, con su ímpetu furioso,
      las velas en un punto descojendo
      hace volver la popa sin reposo
      a tierra, y el mar adentro va corriendo".
      "La gente alborotada, sin consuelo,
      levanta alaridos hasta el cielo".

      Después, otro de los frecuentes contratiempos náuticos:

      "Navega a Cabo Verde recta vía:
      mas el viento y pilotos yerran tanto
      que el gozo se volvió muy presto en llanto."
      "Andaban los navíos sin concierto,
      ya caminando derecho, ya muy tuerto".

      Más adelante la lluvia en el trópico:

      "A la línea en aquesto se acercaron,
      a dó, con aguacero que tuvieron,
      al pie de quince días mal pasaron
      y algunos en la línea se murieron".
      "Después de aqueste tiempo la doblaron,
      y en demanda al Brasil las velas dieron".

      A lo largo del litoral brasileño:

      "Con pena navegando,
      la tierra se descubre; y vela dando,
      en breve se llega que está cercana."
      "Mas no se toma puerto, que buscaban
      adonde le tomar y no le hallaban."
      "Andando los pilotos vacilando
      en luengo de la costa, cada día
      sus cartas y roteros remirando."

      Se suceden chubascos, borrascas y recaladas en islotes con arrecifes y bajíos peligrosos; y en Santa Catalina Izarra y sus compañeros padecen hambre, como lo testimonian estos versos:

      "A un perro que hallaban desmandado
      mataban, y aún apenas era muerto,
      cuando estando cocido y mal asado,
      en el hambriento vientre era encubierto,
      temiendo que si el dueño lo supiera
      la presa de las manos les cogiera."
      "Culebras, quien las hallaba era dichoso,
      y de padres y hermanos envidiado".
      "Lagartijas pequeñas, yo bien oso
      decir, que las comí mal de mi grado:
      y sé que me hallaba deseoso
      de tener abundancia, que probado
      su sabor ricamente me sabía
      y más que de cabritos parecía".
      "Algunos en cazar de los ratones
      tan diestro y tan hábiles estaban
      que, en trueco de una o dos o más raciones
      un número tasado concertaban".
      "Los sapos ponzoñosos e hinchados,
      con escuerzos nocivos, por muy sanas
      comidas se juzgaban; que forzados
      los hombres de su rabia y fuertes ganas,
      estando los escuerzos desollados,
      juzgaban ser en todo puras ranas:
      y aún el sabor decían que exedía
      al de las ranas en grande demasía".

      Y la nota truculenta:

      "La cosa a tal extremo hubo llegado
      que carne humana ví que se comía:
      hambre canina fuerza allí a un soldado,
      pensando que su hecho nadie veía,
      las tripas le sacaron a un ahorcado,
      y al medio del cocer se las comía!"
      "Los huesos se roían de finados!
      ¿quién no llora estos casos desastrados?"

      Antes de entrar los aventureros al Río de la Plata, el poeta nos adelanta inspirado:

      "De nuestro río Argentino y su grandeza
      tratar quiero en el canto venidero;
      de sus islas y bosques y belleza,
      epílogo haré muy verdadero."
      "Ninguno en lo leer tenga pereza
      que espero dar en el placer entero,
      de cosas apacibles y graciosas,
      y dignas de tenerse por curiosas."

      Sobre el naufragio posterior en la isla de San Gabriel apuntó el vate:

      "¡Ay dolor!, la noche ya cerrada,
      el viento sur sacude y hiere y brama,
      y tanto se embravese que, nonada,
      a la Capitana corta árbol y antena".
      "Dolor, angustia, aprieto y agonía,
      aguas y huracán, mar, torbellino
      las naves traen en torno, condenadas
      al fondo y en la costa derrumbadas".

      Y de la matanza que hicieron los charrúas a los españoles cuenta el Arcediano:

      "Así como llegaron los paganos
      en dos alas en torno se pusieron;
      desmayaron de miedo los cristianos
      cuando en medio los indios los cogieron".
      "Los nuestros defenderse procuraban;
      los indios vuelan más que unos halcones;
      y a cuantos con las bolas alcanzaban,
      no bastan a defenderse morriones".
      "Al fin muertos y presos todos fueron,
      sino fueron los dos que se fuyeron".

      Como se echa de ver, entre esperanzas e incertidumbres, casi dos años y medio duró ese peregrinaje nutrido de aventuras y contraste. Sobre el trabajo apremiante de todos los días, las olas, el viento, el hambre, los salvajes y la guerra encargaríanse de curtir el ánimo de aquellos expedicionarios de Ortiz de Zárate; de suerte que al sumarse Pedro de Izarra en la Asunción, al núcleo de conquistadores veteranos de la tierra, no habría de desentonar con ellos, puesto que, el recién venido, ya estaba bien curado de espantos!

      Establecimiento definitivo de Buenos Aires

      De las primeras andanzas americanas y posterior estadía de Pedro de Izarra en la ciudad paraguaya, concretamente, nada se sabe. Siete años y pico, no obstante, son un lapso más que holgado para aclimatarse a un ambiente. De manera que podemos creer estaba nuestro muchacho familiarizado del todo con el medio rioplatense cuando, a principio de 1580, Juan de Garay hizo pregonar, en la Asunción, aquel bando por el cual invitaba, a los vecinos y moradores del lugar, a enrolarse con él a fin de llevar a cabo la empresa repobladora del puerto de Buenos Aires.
      A su "costa y minción", vale decir con su contribución personal en armas, ganados y bastimentos, Pedro de Izarra - a quien la generalidad de los historiadores presentan como "criollo" sin embargo de haber nacido de Orduña - se alistó junto con los otros 65 conquistadores participantes de la expedición, incluídos el propio Garay y la paraguaya Ana Díaz, mujer de Pedro Isbrán.
      Como es sabido, y lo resumo en la biografía de mi antepasado Fernández Enciso, el ganado que se destinaba a la nueva población ascendía, más o menos, a 300 vacunos y un millar de yeguarizos; y esa tropa vino arriada por tierra con la cooperación de numerosos indios auxiliares que transportaban la impedimenta; en tanto la plana mayor - digamos - y el contingente en campaña, bajaba por el rio en una flotilla compuesta por la carabela "San Cristóbal de Buenaventura", más dos bergantines y un número indiscriminado de balsas, canoas y esquifes. Ambos convoies, el terrestre y el fluvial, después de hacer alto y reunirse en el puerto y poblacho de Santa Fé, siguieron viaje para juntarse otra vez en el punto donde antaño don Pedro de Mendoza levantara su campamento del "Buen Aire". Sobre el mismo paraje, en la mañana del sábado 11-VI-1580, día de San Bartolomé, Garay - en nombre del Adelantado Torres de Vera y Aragón, yerno y heredero de Ortiz de Zárate - dejó establecida definitivamente la "ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Buenos Ayres".

      Propiedades que recibió de merced y adquirió luego mi antepasado

      En el repartimiento que en la traza urbana primitiva hizo el Fundador, a Pedro de Izarra le adjudicó dos solares: Uno en la esquina de las hoy calles Bolívar y Alsina, donde se levanta el edificio en que está la "Librería del Colegio". Ahí, en la calle que venía de la plaza, el agraciado construyó "las cassas de su morada", que posteriormente heredaría su hija Polonia, para residencia suya, de su marido Gaspar de Gaete y de su prole numerosa. El otro solar ubicaríase en el cruce de las calles contemporáneas Defensa y Chile. Izarra fue propietario, además, de una manzana para "quinta", al presente recuadrada por las calles Piedras, Belgrano, Venezuela y Tacuarí.
      Mas allá del égido ciudadano, mi antepasado recibió, sobre la costa del río, "una suerte de chácara", de 400 varas de frente y la clásica legua de fondo, cuya parte delantera situaríase hogaño, aproximadamente, en las barrancas de Belgrano. Asimismo Izarra quedó reconocido como dueño de dos estancias. Una de 3.000 varas sobre el Río de la Plata, en la franja costera que corre "más abajo del Riachuelo" (Avellaneda) hacia la "Isla del Gato" (ahora Ringuelet, cerca de La Plata), lindante por el Sur con tierras de Antón Roberto, y por el Norte con Pedro de Quiróz (otro antecesor mío), cuya fracción ha de localizarse hoy día entre el pueblo de Bernal y la ciudad de Quilmes. Y la segunda estancia de dos leguas de superficie en el "Valle de Santiago" (al presente Río Santiago, a inmediaciones de La Plata, donde se emplaza la Base Naval), tangente por cada uno de sus costados con campos de Baltasar de Carvajal y de Pedro Alvarez Gaytán, respectivamente.
      Sin perjuicio de las referidas dádivas, a mérito de ser el favorecido fundador y poblador inicial de Buenos Aires, el propio Juan de Garay, el 28-III-1582, en nombre del Adelantado Torres de Vera y Aragón, "dixo se ponía en cabeça de Pº de Içarra el cacique Suguno con todos los yndios sujetos al dho. casique"; o sea que lo instituyó encomendero.
      Años después, en 1599, el Gobernador Valdés y de la Banda otorgó de merced a Pedro de Izarra un solar vecino al del "ospital" (que el obsequiado donó luego a su cuñada Catalina Astor, casada con Melchor Casco de Mendoza), y una "cuadra" "junto y enfrente del matadero".
      Poseyó también Izarra tres "pedazos de tierras" sobre el río de Las Conchas. Uno lo trocó con Antón Higueras de Santana por otro que este le dió en cambio en la Magdalena; y los dos terrenos restantes fueron poblados por mi lejano abuelo; y después de su muerte pasaron con sus ganados a Polonia, la hija del causante y mujer de Gaspar de Gaete.
      Izarra compró, por último, el 22-VI-1602, a Juan Castro Gaytán, una estancia en el pago de la Magdalena llamada "El Corbatón", lindante con aquella otra suya del "Valle de Santiago", y por el opuesto rumbo, con campo que fuera de Gómez de Saravia.

      Actuación pública de mi remoto ascendiente

      En 1588 Pedro Izarra fue elegido Alcalde de 1º voto del Cabildo porteño. Así consta en la "Carta" enviada por dicha corporación al Rey , el 27 de mayo de ese año, anunciándole la partida para España del Adelantado Juan Torres de Vera y Aragón. Dos años mas tarde, en una interesante "Probanza" levantada el 22-II-1590, a pedido del Cabildo, a objeto de poner en evidencia los méritos y servicios de los desvalidos moradores bonaerenses y solicitar para ellos mercedes al Rey, el vecino principal Pedro de Izarra compareció como testigo y "dixo": "Que conoció al general Juan de Garay, difunto, que fue desta ciudad; y tiene noticia y conocimiento de los vecinos della, porque se halló en la población della ... Que es de hedad de treynta y quatro años poco más o menos". Que él con los demás "pobladores vezynos y soldados" en la jornada de Garay, hizo "el gasto que fue necesario de su propia hacienda ... Que vió que los dichos soldados truxeron sus armas, cavallos, munyçiones y ganados, a su propia costa y mynçión"; y "agora se hallan gastando de sus haziendas y padesçiendo en su sustentaçión muchos trabajos y calamidades". Que tales fundadores "no han tenido aprovechamiento ny ynterés de los yndios naturales comarcanos", debido a que estos aborígenes "son muy belicosos y gente que biben y residen en el gran río del Paraná, qués muy grande, y andan en canoas, mudándose de un cabo a otro quando a ellos les paresçe, huyendo de los vezinos"; por lo cual para trabajos domésticos los cristianos debían de emplear solo "a sus mujeres y fyjos". Que en vísperas de la expedición a Buenos Aires el testigo "vió" a Garay, en la Asunción, "echar un vando" con la promesa de hacer merced a los pobladores y a sus sucesores y descendientes, "del ganado silvestre, yegual, de quando en tiempo de don Pedro de Mendoça avía, y que al presente hay, en términos y jurisdicción de la dicha ciudad de la Trynidad". Que tales yeguas resultaron la principal base de sustentación de los fundadores, a pesar de que fueron escasas las crías, y de haberse "sacado potros y cavallos con que han hecho la guerra, y acudido a otras cosas tocantes al Real servicio". Puntualizó el deponente al final de su declaración, que como desde Buenos Aires a La Plata (Charcas), donde funcionaba la Audiencia había más de "quatrocientas leguas", y "la mayor parte es tierra de guerra", los desamparados habitantes del puerto rioplatense no tenía "posible para poder yr, ny enbiar a la dicha Real Audiencia por sus negoçios".

      De los ganados cimarrones en las pampas argentinas

      A propósitos de aquellas yeguas que en nuestra desértica llanura habíanse multiplicado libremente, el Cabildo, por acuerdo del 16-X-1589, reconoció como dueños de sus crias cimarronas a los hijos de los conquistadores que vinieron con Mendoza, y a quienes posteriormente repoblaron Buenos Aires a órdenes de Garay. En su parte pertinente aquella resolución fundamental para la historia de la ganadería argentina, expresaban; "En cuanto toca a lo mostrenco, en esta ciudad no hay ninguno, porque los conquystadores vinieron a esta Provincia en la armada de don Pedro de Mendoza, agora cinquenta y cinco años ... y quando se despobló y se subieron a la ciudad de la Asunçión, dexaron aquí ciertas yeguas y cavallos que traxeron de España, de las quales han producido mucha cantidad de cavallos y yeguas; y que los hijos de dichos conquistadores y pobladores han venido y vinieron a su costa y mynción, sin ayuda de nadie, con sus armas y cavallos y ganados a poblar de nuevo esta ciudad y Puerto de Buenos Ayres ... por donde les perteneces a los dichos hijos de los primeros conquistadores (esos animales "zimarrones") como jente que de sus padres los heredaron". En virtud de ello, los pobladores bonaerenses pedían al Rey y a la Audiencia de La Plata, prohibieran que "ninguna se persona se entrometa en los dichos cavallos y yeguas que de derecho son suyos, y debaxo desta merced vinieron a poblar por el Fundador desta çiudad ... En lo que toca a las vacas que dize ser mostrencas, en esta çiudad no hay ningunas, porque todas son de los vezinos desta çiudad; y si se han dexado por descuydo de herrar algunas, se han aplicado a San Martín, nuestro patrón y abogado, y a su casa qués el hospital desta çiudad, porque de otro pueblo no entra aquí ganado ninguno ni puede entrar".
      He de recordar, de paso, que en la sesión capitulara que presidiera Garay, el 20-X-1580, a propuesta del Aguacil Mayor Hernando de Mendoza, resolvieron los Regidores consagrar, por la suerte, el protector sobrenatural de la flamante ciudad. Al efecto preparáronse unas cuantas cédulas con los nombres escritos de un buen número de Santos de la corte celestial; cuyos papelitos, doblados, se metieron en un sombrero; y un cabildante designado para el caso sacó al que designaba a San Martín de Tours. Refiere la tradición, que como a nuestros antepasados no les hizo gracia eso de colocar a la ciudad bajo la advocación del venerable francés que el azar les deparaba, probaron la suerte dos veces mas, saliendo el Obispo "turonense" una y otra vez. Ante esta triple insistencia de la casualidad, San Martín quedó consagrado "Patrono" de Buenos Aires, con promesa del Cabildo de celebrar anualmente su fiesta - el 11 de noviembre que señala el Santoral - con misa cantada, procesión callejera detrás del Real estandarte conducido por el Regidor mas antiguo, y juegos y espectáculos de regocijo para la población.

      Distintas actividades de mi atávico personaje

      Pedro de Izarra, a lo largo de su vida, muchas veces se desempeñó como Alcalde y Regidor en el Ayuntamiento porteño; en 1588, 1590, 1599, 1601, 1605, 1609, 1616 y 1622, año, este último, en que dejó de existir. A través de las actas del Cabildo, de la "Correspondencia de la Ciudad de Buenos Aires con los Reyes de España", de algunas constancias que se guardan en el Archivo de Indias y de otros documentos citados en los trabajos de Groussac, Raúl A. Molina y Lafuente Machain, es posible señalar ciertos aspectos, cronológicamente escalonados, en la biografía de mi onceavo abuelo.
      El 1-I-1593, fue testigo en la Información y Probanza de méritos y servicios del Arcediano Martín de Barco Centenera, el celebérrimo poeta de nuestra epifanía conquistadora. En dicho documento, "Pedro de Yçarra" declaró haberlo conocido a Centenera "abrá veinte años, poco más o menos", cuando ambos "vinieron en una nao juntos", en la armada del Adelantado "Jhoan Ortiz de Çarate".
      Años después, al clarear la madrugada del jueves 29-VII-1599, divisóse desde la costa una embarcación de mayor porte que las que habitualmente solían recalar en Buenos Aires, precedida de un batel que sondeaba el río. Amainó la nave y dió fondo "en el bajío de la banda sur de la ribera". Las maniobras realizadas pusieron de manifiesto, a los observadores distantes, que no eran prácticos en entrar al puerto quienes piloteaban el velero desconocido. A fin de cerciorarse si "sería navío de servicio de negros del contrato", el Gobernador Diego Rodríguez Valdés y de la Banda, despachó, a la mañana siguiente, "una canoa equipada con el Alcalde ordinario que se llamaba Pedro de Yçara y los Oficiales Reales y un Alguacil, para guarda que no se desembarcase nada". Junto a la misteriosa embarcación. esos inspectores comprobaron se trataba de la urca flamenca "El Mundo de Plata". La crónica detallada de esta incidencia, en que el Gobernador bonaerense arrestó a algunos tripulantes y se incautó de varias mercaderías procedentes "de austerdam de olanda", so color de que aquellos flamencos debían de ser "piratas ladrones", la publicó Groussac en los Anales de la Biblioteca, en base a un diario de navegación que encontró editado en alemán bajo el título de El corto y verídico relato de la desgraciada navegación de un buque de Amsterdam. La presencia del Alcalde Izarra en el episodio, se menciona en la "Relación" que el mismo día del suceso, le remitió el Gobernador Valdés y de la Banda al Rey de España.
      En otra oportunidad, el 16-I-1600, el mismo Gobernador, con motivo de la muerte de su Soberano, desde un tablado puesto en medio de la Plaza Mayor y rodeado de los altos funcionarios, arengó a los vecinos porteños diciéndoles: "Que bien sabían y les era notorio quel Rey don Felipe nuestro Señor, segundo de este nombre, era fallecido y pasado desta presente vida a la otra, y que en su lugar avía quedado por nuestro Rey y Señor su hijo legítimo don Felipe tercero deste nombre", a cuya persona, como súbditos y vasallos feudatarios jurasen y isiesen pleito omenaje de le tener por Rey y Señor". Y los Capitanes, Alcaldes y vecinos, in continenti, "pusieron las manos juntas y las metieron entre las del dicho Gobernador, y dixeron que le juraban y asían pleito omenaje, una y dos y tres veces, cada uno, según fuero de España, de tener y que tendrán a dicho Rey don Felipe tercero por su Rey y Señor". Ello consta en el acta de "Aclamación Real", suscripta por Pedro de Izarra, Juan de Garay "el mozo" y Baltazar Ferreyra, en carácter de testigos, debajo de las rúbricas del Gobernador Valdés y de la Banda, de su Lugarteniente Víctor Casco de Mendoza, del Alférez Real Antonio Bermúdez y de los demás Regidores presentes; todo por ante el Escribano Juan González Tamayo.
      En 1601 Izarra resultó elegido una vez más Alcalde de 1º voto en el Cabildo porteño. Al año siguiente contribuye voluntariamente con una fanega de trigo en la recaudación que el municipio hizo entre los vecinos para recolectar los fondos destinados a la canonización de San Isidro Labrador. Pero el 6-X-1602 nuestro hombre estaba ausente de Buenos Aires, pues no figura inscripto en la llamada "lista de armas", confeccionada en dicha fecha por el Teniente de Gobernador Francisco de Salas, y que incluía a los vecinos aptos para el servicio de la guerra. Acaso el veterano conquistador - que a la sazón frisaba en los 48 años de edad - estuviera momentáneamente en la Asunción del Paraguay, adonde solía viajar a menudo.
      Mas tarde, en 1605, la Audiencia de Charcas destacó al puerto bonaerense, como Juez de comisión al Capitán Juan Pedrero de Trejo, con encargo de investigar de que manera habíase cumplido la Real Cédula sobre "permissiones", dada en Valladolid el 20-VIII-1602 por Felipe III; la cual otorgaba a los vecinos de Buenos Aires licencia por seis años para exportar en sus propios navíos "los frutos de la tierra y de sus cassas", a razón de 2.000 fanegas de harina, 500 quintales de cecina y 500 arrobas de sebo por cada año, con destino al Brasil y a Guinea, para traer de retorno "las cosas de que tuvieren necesidad, con tal que no las lleben a otra parte". Tan importante providencia económica fue inspirada, en su momento, por el Obispo Fray Martín Ignacio de Loyola - sobrino de San Ignacio - quien, junto con su dignidad episcopal, trajo a estas playas la aludida cédula en 1603.
      El Juez Pedrero de Trejo llegó del norte acompañado por Juan de Vergara en calidad de Escribano de su confianza. La radicación de este último en Buenos Aires, habría de convertirlo, con el tiempo, en uno de los personajes mas famosos y pintorescos de la historia rioplatense del siglo XVII. (Ver el apellido Agreda de Vergara, donde hago la sintética biografía del susodicho magnate contrabandista).
      Respecto al Juez Pedrero de Trejo, diré que tardó dos años en concretar su investigación sobre como se llevaban a cabo aquellas "permissiones"; y que levantó un sumario en el cual declararon varios testigos. Entre estos Pedro de Izarra: quien manifestó que si bien en general tales licencias se habían repartido de acuerdo a los méritos de cada uno de los pobladores, muy pocos de ellos se ajustaron a las exigencias reales, ya que casi todos los agraciados, "por ser pobres e no tener caudal para poder navegar", exportaban sus productos en barcos de personas forasteras; cuando no transferían "sus licencias y permissiones a otros vecinos de caudal y mercaderes". Cerró su declaración Izarra el 8-III-1605, diciendo "ser de cinquenta años, poco más o menos, e que aunque es vezino desta ciudad e poblador antiguo della, no por eso a dexado de dezir verdad".

      Impugnador de Hernandarias

      Políticamente mi antepasado fue enemigo de Hernandarias. El 25-VI-1605 aquel le escribe al Rey dándole cuenta de los "deservicios" hechos "a Dios y a vuestra real persona" por el Gobernador criollo. En su carta Izarra estampa todo lo contrario de lo que la posteridad atribuye al célebre caudillo paraguayo: "es persona incapaz - dice de Hernandarias - y no suficiente para usar el cargo que tiene"; le rodean "personas mal intencionadas, movidas por sus particulares intereses". El criticado funcionario, "contraviniendo a lo dispuesto y ordenado por muchas cédulas y provisiones de vuestra Real persona, dá licencia y orden para que en los navíos que salen deste puerto para la costa del Brasil y otras partes de la corona de Portugal, se embarquen y saquen harinas no siendo de las personas que, por vuestra Real Cédula de permisión, tienen licencia para ello, so color de algunas razones que le parecen justas ... y no consiente ni dá lugar a que los vecinos y moradores ... embarquen ni naveguen los frutos de su cosecha, de lo cual resultan en grandísima pobreza y necesidad por faltarles lo necesario para sus personas y casas". A pretexto de las licencias que Hernandarias - según Izarra - repartía discrecionalmente, sus paniaguados meten esclavos en Buenos Aires, violando "lo que vuestra Real persona ordena y manda", y "aunque los Oficiales de Vuestra Real persona y Hacienda (Simón de Valdés y sus aliados en este caso) lo quieren impedir y estorbar, no se atreven por los muchos agravios y molestias que cada día les hace el dicho vuestro Gobernador". "Otrosí - insistía apasionadamente el denunciante - que el dicho Gobernador, conforma a las Leyes y pragmáticas rreales, no puede tener ni se le deve dar cargo ninguno rreal ni otro de consideración, por ser como es hijo de Martín Suárez de Toledo, persona que en estos rreinos y provincias está apregonada y declarado por traydor por vuestro Adelantado Joan Ortiz de Zárate".

      Continúan los datos relativos a mi lejano antecesor

      El 23-V-1605 el Cabildo encargó a su Alcalde Pedro de Izarra poner al día las cuentas y honorarios del "surujano" portugués Manuel Alvarez o, como expresa el acta del acuerdo pertinente: "Haga rrepartición de lo que se le deve, y cada vezino le a de dar y pagar por su trabajo". Por lo visto, al quirurgo no se le había pagado aún el "estipendio" que, dos meses atrás, se comprometió a abonarle el Ayuntamiento, por ante el Escribano Pérez de Burgos (ver la biografía de este antepasado); y como el dicho profesional del cuchillo amenazó, tajante, irse con su pericia a otra parte, el Cabildo, decisivo - totalitario, lo calificaría cierta literatura democrática corriente ahora -, velando por el bienestar general de la población, mandó que el galeno "por este año se quede en esta çiudad y acuda a lo que deve y es obligado". Y cuando el 1607 otro sangrador, sacamuelas y aplicador de ventosas, el barbero Gerónimo de Miranda, fue favorecido con otra colecta, Izarra "mandó por su persona y casa 4 pesos corrientes". Poco antes (21-VIII-1606), Izarra y el Capitán Francisco de Salas, como albaceas del veterano poblador Pedro Bernal, le vendieron unas tierras a Miguel de Rivadeneira. Más tarde (1609), en el juicio de residencia de Hernandarias, cuyo sumario estuvo a cargo del Gobernador Marín Negrón, figura acusado el Alcalde Izarra, al cual "por no haber tenido bien abastecida a la ciudad y consentir los juegos prohibidos" se le condenaba a 30 pesos de multa. El Consejo de Indias, posteriormente revocó ese fallo, absolviendo al reo de toda culpa. En año 1611, el nombre de Izarra aparece en un padrón vecinal con "chácara" en el pago de la Magdalena, donde sembraba y recogía trigo; y la llamada "Lista de Harinas" le fija una cuota de 30 fanegas para el abasto de la ciudad. En 1615, en un "Memorial" referente a las personas a quienes se les podía otorgar "permisiones" de exportación, incluido está "el Capitán Pedro de Isarra", catalogado precisamente como "primer poblador". La voluminosa "Relaçión" que le remitió Hernandarias al Rey, sobre los "desórdenes y exçesos" ocurridos durante su gobierno, consigna que, en 1616, el "Capitán Pedro de Ysarra" fue culpado de haber hecho la subasta irregular de unos esclavos negros traídos en el navío de Lope Vázquez de Pestaña, por lo que nuestro personaje tuvo que pagar una multa de 200 pesos.

      Epílogo de una vida

      El 1-I-1622, por octava vez, volvía Izarra a integrar como Alcalde de 1º voto el Cabildo de la ciudad que contribuyera a establecer en 1580. Sufragaron por él, en tal ocasión, los Regidores Simón de Valdés, Juan de Vergara, Francisco de Manzanares, Diego de Trigueros (mi ascendiente) y Juan Barragán - todos enemigos de Hernandarias, entonces definitivamente en el ostracismo político. Contaba mi antepasado orduñés 68 años de edad por esas fechas, y las esperanzas que acariciara un lejano día de 1572, cuando abandonó los malecones de San Lúcar de Barrameda para compartir las peripecias de la expedición de Ortiz de Zárate, seguramente, en 1622, al hacer el balance de su vida, no le resultaron del todo fallidas. Aquí, a orillas del Plata, fundó con Garay una incipiente población, que nunca imaginó semilla de "la gran capital del sur". En ella había vivido, se había casado, procreado hijos, y se le reconocía vecindad principal; disfrutando de positiva fortuna, con título de Capitán y voz y voto en los consejos del gobierno lugareño. En verdad, el prestigio suyo era notorio al ingresar a la vejez, de suerte que en todos los ambientes de su acción, el acriollado vizcaíno de esta historia podía abrigar reflexiones optimistas, satisfecho con el destino; ya fuera en los estrados del Cabildo, donde administraba justicia y su opinión solía adquirir vigor ejecutivo; ya en la intimidad de su hogar, sólidamente resguardado en casa propia a media cuadra de la plazuela de San Francisco; o a escasas leguas del perímetro urbano - que era pampa -, cuando al galope de su caballo rejuntaba la hacienda bravía en una de sus estancias, "El Corbatón", en el pago de la Magdalena.
      Empero esa revista de recuerdos que autovaloran la propia existencia, tal vez nunca pasó por el magín de mi remoto abuelo. Históricamente, sólo puedo yo atenerme al acta capitular del 20-VI-1622, en cuyo día, con descarnada prosa notarial, el Escribano dejó constancia que, en el acuerdo de la fecha, "no uvo cossa ninguna que tratar". Sin embargo de ello, el Gobernador Góngora, el Alcalde "Pedro de Yçarra" y demás Regidores, estamparon sus firmas en esa foja inoperante. Fue esta la última firma de nuestro personaje protocolizada en el libro comunal; quizás estuviera enfermo; lo cierto es que no volvió más a reunirse con sus colegas de "república", pues en el testimonio de la sesión del 5 de septiembre siguiente, en forma escueta consta que "en este cavildo se trató cómo murió el Capitán Pedro de Yçarra, Alcalde hordinario del primer boto", y que, enseguida, los cabildantes se pusieron a discutir sobre a quién de ellos correspondía, con mejor derecho, la vara del difunto.

  • Fuentes 
    1. [S112] Ibarguren Aguirre, Carlos Federico, Los Antepasados, A lo largo y mas alla de la Historia Argentina, (Trabajo inedito), Tomo VIII, Los Izarra (Confiabilidad: 3).

    2. [S177] Beliera, Aldo Abel, Beliera, Aldo Abel, (belieraa(AT)gmail(DOT)com), http://historiadelpilar.blogspot.com.ar/2016/12/fray-cayetano-jose-rodriguez-aldo-abel.html.