Notas |
- CORNELIO MATIAS FAUSTINO MARIA DE ROO Y OLMEDO - tales sus nombres completos - nació en Cádiz el 15-II-1725. Antes de haber cumplido los 24 años de edad se instaló en Buenos Aires, dedicado a importar géneros y mercaderías de Cádiz y de Lisboa en barcos "con permisos reales" que tornaban a España y Portugal con frutos del país. Era, además, "consignatario y poderitario" de algunos comerciantes europeos. En este carácter en el año 1749, nuestro hombre, junto con otros "Dueños, Maestres y Cargadores que con licencia del Rey vinieron a este Puerto con facultad de internar ropas", objetó ante el Gobernador Andonaegui, una orden del Virrey de Lima, Conde de Superunda, contraria a la internación en Perú y Chile de los efectos introducidos por el Río de la Plata, excluyendo a esta región de todo intercambio con aquellos "reynos", para no perjudicar el anacrónico tráfico monopolista que se efectuaba por Portobelo, Panamá y Cartagena.
Ese mismo año, Cornelio Matías de Roo fijó definitivamente su arraigo en nuestro medio, al contraer enlace (12-VI-1749) con la joven porteña Petrona Francisca Xaviera Cabezas y López, nacida el 2-VIII-1722 (hija de Juan Mateo Cabezas y de María López Ferreyra, de cuyas respectivas ascendencias me ocupo en el apellido Cabezas). Bendijo el matrimonio el Canónigo Miguel José de Riglos, apadrinando a los contrayentes Pedro González e Isabel Cabezas, cuñado y hermano de la desposada.
Nueve días antes de esta ceremonia, Roo había recibido de sus suegros, una esclava negra llamada María y los muebles, objetos, alhajas y ropas - incluído para la novia el "vestido de Iglesia blanco de seda con casaca y galón de plata"; bienes que componían el ajuar de su inminente consorte; cuya valuación, en conjunto, totalizó la suma de 1.243 pesos y 3 reales, según su respectiva nómina, al pié de cuyo documento el interesado escribió: "He recivido todo lo contenido en este papel, y para que conste lo firmé: Cornelio de Roo".
A fines de 1752, actividades del tráfico mercantil obligaron a don Cornelio a viajar a la ciudad de Santiago, "en el reyno de Chile". Las vísperas de su partida, mediante escritura pasada ante el Escribano José Gorordo, recibió en préstamo de Manuel Miguel Domecq 1.949 pesos y 3 1/2 reales en efectivo. Menos de tres años duraría la permanencia de mi antepasado tras la cordillera: el 17-III-1755 ante el Escribano bonaerense Juan Ferrera aquel se comprometió a devolverle a Joseph Pachino, 1.150 pesos y 2 reales de plata, que Pachino "por hacerme amistad y buena obra me ha suplido". Y el 26-III-1757, también ante Ferrera, don Cornelio declaraba deberle "a la Ciudad" 1.200 pesos en conceptos de "sisa", por unas mulas " que compré el doce del corriente en pública almoneda" (a medio real la "sisa" por cada una); cuyas bestias salieron del linde bonaerense para las provincias de arriba. Resultó fiador de Roo, en tal oportunidad Ramón de Arce.
El 27-VII-1757, ante el Escribano Carrión, Cornelio Matías Roo adquirió de Hermenejildo José Saraví y de Juana Josefa Baldobinos, viuda y albacea de Gregorio Vidal, una quinta en el ejido de la ciudad, cuyo terreno comprendía a dos cuadras cercadas de tunas con "una vivienda de media agua y demás árboles", que entonces lindaba por el Norte con Isidoro Lorea, por el Sud con Francisco Normedo, por el Este, calle en medio, con quinta de Manuel Alfonso Sanxinés, y por el Poniente con Cayetano Rico. Esa quinta de Roo hallábase "cerca de la chacarita que llaman de Nuestro Padre San Francisco", o también "Hospicio de Franciscanos" (después "cementerio de miserere"), exactamente en la manzana que ocupa hoy la Iglesia de Balvanera - recuadrada por las calles Bartolomé Mitre, Azcuénaga, José Evaristo Uriburu y Cangallo. Vale decir que la propiedad de mi antepasado se encontraría ahora no lejos de la Plaza del Congreso.
Y bien, a propósito de aquella transacción, el 15-IX-1760, don Cornelio declaró, ante el Escribano Carrión, que para adquirir dicha quinta valióse de un caudal de 815 pesos plata perteneciente a la "Compañía de Dragones de Buenos Aires". Esa cantidad le fue prestada por el Capitán administrador de los fondos del nombrado regimiento, Manuel Pestaño, a quien Roo garantizó su préstamo mediante hipoteca - "en reenes" - a favor de tal "Compañía de Dragones" sobre el inmueble suburbano referido.
Un cuarto de siglo más adelante, esa quinta - con "otras cosas de amueblar y esclavos" - la vendió Roo a Cayetano Rico, su vecino lindero, casi a mitad de precio por 450 pesos, según consta en la escritura del 30-IX-1785, autorizada por el Escribano Tomás José Boyso.
En 1764 mi antepasado solicitó para sí, al gobierno local, el nombramiento de "Contador único de la ciudad", cargo a la sazón vacante, y al que aspiraban también Fernando de Escalada y Juan Antonio García. El gobernador Cevallos - no obstante ser pariente de Escalada- despachó el título a favor de Cornelio Matías de Roo . Ello dió lugar a una protesta de Escalada ante el Cabildo porteño, el 2-V-1765, con el pedido de que no se lo admitiera a don Cornelio en el empleo, por haber hecho, el quejoso, postura de 500 pesos en beneficio de Su Magestad por obtener el cargo. La recepción de Roo, en consecuencia, quedó postergada. Pero a los dos días, el Gobernador Ceballos ordenó a los capitulares admitieran a mi lejano abuelo en su función, "por justas consideraciones de conbeniencia a la pública utilidad y tranquilidad de la República, como también a la buena administración de Justicia, con la condición de que dentro de los tres años, que su título tiene asignados, traiga la confirmación y aprobación de Su Majestad". Así, sin más demoras, Roo se recibió como titular de aquel oficio contable, e hizo el juramento de fidelidad, "ofreciendo mirar más por la utilidad, pública paz y quietud del vezindario, que por las utilidades que pueda rendirle el empleo".
Corridos veinte días, ante el Escribano Zenzano, el flamante llevador de cuentas dió poder a favor de los Secretarios de Su Magestad, Francisco Martínez de Lerdo, Juan de Zelaya y Pedro Sancho de Larrea, todos vecinos residentes en la Corte de Madrid, a fin de que, en su nombre, comparecieran ante el Rey a solicitar "de su real clemencia la confirmación de su empleo de Contador público en esta ciudad, por elección y nombramiento del Gobernador don Pedro de Cevallos".
En 1769, a los cuatro años de haber asumido su oficio, Cornelio de Roo - ya confirmado en el puesto por Carlos III - revistaba en la burocracia colonia porteña como "Oficial 2º del Tribunal de Cuentas". Después, en 1772, como "Reconocedor de Cuentas"; en 1781 como "Oficial 1º de la Contaduría", y en 1785 como "Contador interino", hasta 1791, en cuya fecha tomó razón de sus empleos el libro de dicho organismo fiscal.
Un documento nos entera que, el 30-X-1776, a nuestro funcionario le pagaron la módica suma de 40 pesos, en concepto de honorarios, por las tareas de inventariar los efectos pertenecientes a la sumaca portuguesa "Nuestra Señora del Carmen", y a los barcos "San Antonio" y "Animas", del Capitán Juan Pereyra, en los cuales, entre mercaderías secuestradas, venían dos negros de contrabando ().
Por esas fechas (1778) habitaba Cornelio Matías de Roo con su mujer e hijos (menos María Josefa que "hizo rancho aparte" al casarse con Rodríguez de Vida) y ocho esclavos (Francisco, Domingo, María, Lucía, Tiburcia y Juana), en amplia casa - que seguramente alquilaba - de propiedad de Francisca de Sorarte, viuda de Martín de Galayn. Tal vivienda ubicábase en la calle de "Santo Domingo" - ahora Belgrano entre Defensa y Bolívar -, mirando al Norte, a cuadra y media de distancia de la barranca sobre el río. Su terreno medía 16 varas de frente por 60 de fondo; y limitaba entonces por el Norte con Francisco de Quevedo; a la vuelta, al Este, calle de "San Martín" en medio - hoy Defensa - se levantaba a un costado de la Iglesia y Convento de Santo Domingo y, más allá, la mansión de Martín de Sarratea y de su mujer Tomasa de Altolaguirre, futuros suegros de Liniers; y finalmente, aledaña con el extremo Oeste encontrábase la casa familiar de Juan de Andrés Arroyo.
Mas tarde, el 3-III-1783, ante el Escribano Joseph García Echaburu, el yerno de don Cornelio, Francisco Xavier Rodríguez de Vida, compró la dicha finca, en que habitaba su padre político, a su dueña la viuda de Galayn. Y posteriormente, el 6-IV-1785, por escritura que autorizó el mismo Notario, Rodríguez de Vida, dejó constancia de que aquella compra la hizo por encargo "de sus cuñados, el Maestro Cayetano Josef de Roo, cura y vicario de la villa de Luján, y de don José María Hermenejildo de Roo". Por último, la referida casa de la calle "de Santo Domingo" salió de la familia el 15-XI-1808, fecha en que, ante el Escribano Juan José Rocha, Joseph Manuel Roo y Justo Pastor Lynch, "Albaceas testamentarios de su hermano el Canónigo José María", recientemente fallecido, vendieron dicho bien a Manuel de Andrés Pinedo y Arroyo, hijo de Juan de Andrés y Arroyo, el vecino del costado Oeste.
El 2-V-1795, Cornelio Matías de Roo, gravemente quebrantado de salud, otorgó, ante el Escribano Joseph García Echaburu, un poder para que su hijo, el clérigo Cayetano, protocolizara su testamento luego de su muerte. Al mes siguiente, el 3-VI-1795 el enfermo, perito en llevar cuentas, se fue de este mundo a rendírselas a Dios. Contaba 70 años, y su cadáver fué sepultado en la Iglesia de San Francisco de esta ciudad, con mortaja, hábito y cuerda de fraile mendicante, como hermano terciario de la Orden Seráfica que era.
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